Vídeo de la intervención de Dania García en el Congreso Internacional ACE de la Enología y el Cava 2022 el 11 de noviembre de 2022, y resumen de su ponencia. |
La exposición se inició con una breve disertación sobre el concepto literario de antagonista cuyo papel es enfrentarse a los protagonistas, y el contraste con el papel que los antagonistas adquieren en el suelo, en la viña adquieren otro papel, de mayor relevancia, en la lucha para eliminar o equilibrar patógenos.
Los antagonistas, desde el punto de vista biológico, son aquellos organismos que, para sobrevivir, desarrollan mecanismos que les permiten establecer relaciones de competencia con otros y se utilizan para controlar las poblaciones de organismos indeseables, ya sean hongos, bacterias, nematodos, o insectos. Así pues, los antagonistas se utilizan para controlar las plagas y las enfermedades.
Es el caso de los hongos que viven sobre los insectos (están muy adaptados a ese nicho) y se dispersan a partir de las esporas. Así, pues, los insectos que son plagas pueden ser atacados mediante los hongos. Los principales mecanismos que poseen los hongos para actuar como antagonistas son los metabolitos secundarios, que les hacen competir mejor y tienen efectos antibióticos, fungistáticos o pesticidas.
Disponen también de otros procesos metabólicos mediante los cuales secretan enzimas que el hongo aprovecha para parasitar a otro hongo concreto, pero no al resto, que es beneficioso para la planta.
Otro mecanismo es la competencia, que es el que ejerce el microorganismo de una planta que crece más rápido. Si además este antagonista ayuda a reforzar la planta y estimula su crecimiento vegetal, tendríamos el antagonista ideal, como es el caso de Trichoderma. Una misma especie de Trichoderma puede desarrollar diferentes mecanismos antagónicos, posee enzimas que pueden degradar la pared de otros hongos (micoparasitismo) y son productores de enzimas celulolíticas. Uno de los patógenos más comunes en la viña es Botrytis cinerea y Trichoderma es la más utilizada para combatirla.
Desde mediados del siglo pasado ha habido un incremento de los productos químicos en el suelo. Es el caso del cobre, utilizado como agente de control de enfermedades fúngicas, ya que se creía que su uso era una solución menos drástica con el medio ambiente. Pero ahora sabemos que el cobre tiene dosis fitosanitarias superiores a las que necesitan las plantas superiores a las que son capaces de degradar la microbiota existente en los cultivos. Así, el cobre se ha bioacumulado en el suelo provocando fitotoxicidad y desequilibrando el ecosistema.
Estas situaciones han propiciado el Pacto Verde Europeo, Green Deal, con el propósito de liderar el cambio global y propiciar una producción agrícola sostenible. Se pretende disminuir el consumo de pesticidas un 50% de ahora hasta el 2030, disminuir la pérdida de nutrientes del suelo y conseguir que en Europa el 25% de los cultivos sean orgánicos. El reto es hallar alternativas a los fitosanitarios químicos y a los compuestos del cobre, y que sean eficientes en la viticultura ecológica, sostenible y regenerativa.
Introducir organismos vivos en la naturaleza es un proceso largo. Y de los hongos los más utilizados son los organismos entomóforos o entomopatógenos, descubiertos en el siglo XVI y que parasitan los insectos. En Europa solo hay aprobados 60 microorganismos para su comercialización, que contienen microorganismos “foráneos”, por lo que deben adaptarse a los existentes, con el problema añadido de tener una corta vida en el campo o desplazar a los microorganismos nativos.
Los patógenos de la viña pueden atacar a las raíces, la madera, al sistema foliar o la baya. Y estos pueden ser desde bacterias, hongos u otros, como el mildiu, cuyo agente causal es Plasmopara, que no es un hongo, uno de los patógenos más habituales en la viña junto al oídio. Plasmopara, un protista que está muy cerca del reino animal posee esporas que tienen flagelos como los espermatozoides y pueden nadar, por eso cuando llueve tiene facilidad para extenderse. Además, posee reproducción asexual y sexual.
El oidio tiene una reproducción asexual muy rápida que se dispersa con el viento, pero además en primavera puede tener reproducción sexual que le permite permanecer en la planta. Plasmopara tiene la posibilidad de generar oosporas que perviven en el suelo y pueden germinar cuando las condiciones le sean propicias. Lo importante en ambos casos es que haya competidores naturales que frenen el brote de la enfermedad.
Si el microbioma se desestabiliza, la planta está predispuesta a padecer enfermedades. Por ello hay que reparar la biodiversidad en el sistema para que haya antagonistas naturales que funcionen como biocontroladores y biofertilizadores.
Un suelo sano, equilibrado a nivel de microbiota contribuye a la lucha contra los fitopatógenos. Los microorganismos antagonistas autóctonos deben ser la alternativa, no introducir cepas foráneas, sino propiciar el equilibrio del sistema, la recuperación del suelo y con ello la actividad antagonista de las propias cepas.
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