Podríamos definir sintéticamente las zonas «de montaña» como las áreas caracterizadas por las dificultades que ofrece el relieve para llevar a cabo actividades productivas. Este carácter agreste y difícil hace que las actividades agrícolas que se desarrollan sólo se mantengan si son viables económica y socialmente. La difícil rentabilidad en muchas de ellas ha llevado a un abandono progresivo como espacio productivo agrario, como puede constatarse actualmente en Cataluña, en grandes zonas de territorio (Pirineos, Prepirineos, altas zonas de montaña). Más allá de este carácter hostil, a menudo, encontramos que se trataba de zonas en las que sí se practicaba la agricultura, y en las que aún pueden encontrarse trazas de aquel pasado.
Introducción. Zonas de montaña y variedades tradicionales: un vínculo histórico
Actualmente, las zonas de montaña poseen un doble potencial: por un lado, ofrecen la posibilidad de compaginar paisaje y actividades productivas con una identidad propia evidente (podríamos citar numerosos casos de cualquier parte del mundo, tanto desde el ámbito de la viña o de otros cultivos). Por el otro, la herencia agrícola que aún conservan es una fuente muy rica de recursos genéticos. Por tanto, en estas zonas periféricas podemos encontrar antiguas variedades cultivadas que pueden convertirse en una fuente de riqueza (genética, biológica, social y económica) y que es preciso conservar. Con esta perspectiva nació el Proyecto Vinyes Trobades (Viñas Encontradas), que exponemos a continuación.
El valor de la biodiversidad agraria
La conservación y valorización de la biodiversidad agraria es hoy día una prioridad de los sistemas agrarios, puesto que prepara a las sociedades para los cambios del futuro (ecológicos, económicos, sociales, etc.) a la vez que permite ofrecer productos específicos que aporten diversidad en un marco evidente de homogeneización de la alimentación. No en vano, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el año 2010 como el año Internacional de la Diversidad Biológica.
La biodiversidad agraria, pues, no se trata de un elemento aislado de la cadena de producción sino que forma parte de la identidad de las comunidades productoras, a la vez que recoge una herencia agraria de mejora empírica, llevada a cabo por los propios payeses y viticultores. Las variedades locales se convierten en «elementos identitarios» de los productores y de la sociedad, y que forman parte de una «tipicidad» de aquel espacio de producción. Es decir, la variedad más el clima, el suelo en sentido amplio (paisaje, orientaciones, materiales originarios, etc.) y la forma de proceder de productor-viticultor, se convierte en un conjunto que lo hace único dentro del amplio panorama productivo.
En un contexto de mercado global, esta «unicidad/tipicidad» ofrece un valor diferencial, una oportunidad de mercado y, así pues, se trata de una herramienta de sostenibilidad de la comunidad productora. En resumen, la biodiversidad agraria y vitícola es una herramienta de diferenciación y sostenibilidad de las zonas productoras, especialmente aquellas donde las condiciones de producción son más difíciles y donde la única alternativa es la búsqueda de mercados específicos que valoren «lo diferente». Esta estrategia no es nueva y actualmente hallamos abundantes zonas en las que su estrategia productiva y de comercialización se basa en definir y explicar las especificidades de su entorno y aquello que lo hace único: casos como el Douro en Portugal, Cinqueterre en Italia, Ribeira Sacra en Galicia son sólo algunos ejemplos de lo que puede constituir una alternativa viable para algunas zonas rurales con difíciles condiciones productivas. Tampoco debemos olvidar que, en estos casos, la biodiversidad ligada a su entorno acaba siendo un elemento identitario de cada zona y que, a menudo, los mejores embajadores de una zona son sus productos agroalimentarios. Unos alimentos elaborados con variedades locales son, sin duda, un elemento que dignifica a toda la cadena productiva y a sus actores.
Con esta percepción y con la voluntad de evitar la pérdida de biodiversidad agraria, la asociación Slow Food Terres de Lleida comenzó en 2007 el Proyecto Encuentros por la Biodiversidad agraria, a uno de cuyos ámbitos pertenece el Proyecto Vinyes Trobades.
El movimiento Slow Food
La asociación Slow Food Terres de Lleida es uno de los grupos locales (conviviums) que forman parte de Slow Food, un movimiento internacional de la sociedad civil nacido hace más de 20 años para defender el patrimonio social, cultural, económico e histórico vinculado con la alimentación. En este sentido, Slow Food hace una apuesta clara por la herencia vinculada a la gastronomía y la cultura alimentaria de todos los rincones del mundo, al hacer un llamamiento en favor de lo que se ha definido como alimentos «buenos, justos y limpios» (cualitativa y gustativamente buenos, producidos favoreciendo las economías locales y respetando el entorno ecológico).
El movimiento nació en Italia como reacción a la «invasión» del fast-food en Europa hace 20 años. En este período de actividad ha ido consolidando un movimiento mundial, que cuenta con más de 100 000 socios en 132 países organizados en múltiples conviviums. Con el tiempo, y a fin de defender especialidades alimentarias en riesgo de desaparición, creó los denominados «baluartes (presidii)»: en Cataluña, por ejemplo, son baluartes la malvasía de Sitges y la judía del ganxet.
Sloow Food posee una editorial (Show Food Editore) y una Universidad de Ciencias Gastronómicas. Organiza periódicamente diferentes salones y/o ferias que sirven de punto de encuentro y de muestra de los productos elaborados según esta filosofía: Salone del Gusto en Turín, Slow Fish, Slow Cheese, Terra Madre (con más de 4000 asistentes de comunidades productoras de todo el mundo), etc. El movimiento se ha ido convirtiendo en un potente espacio de reflexión y acción en torno a estos temas.
En el ámbito de la viña y el vino, ha creado un red de viticultores que apuestan a escala europeo por una viticultura con una fuerte noción de origen (Vignerons d’Europe) y un espacio de reflexión a escala estatal sobre estas cuestiones (Slowine).
Slow Food Terres de Lleida y el Proyecto Vinyes Trobades
En el año 2005 se creó el grupo local de Lleida (España) dentro del movimiento Slow Food. Desde entonces ha centralizado el trabajo en tres ámbitos principales de actuación: la organización de la feria Slow Lleida, los denominados Talleres del Gusto en las escuelas y el mencionado Proyecto Encuentros.
Encuentros para la salvaguarda de la biodiversidad agraria
Vinyes Trobades se enmarca dentro del Proyecto Encuentros para la Biodiversidad agraria. Se trata de una iniciativa creada con el objetivo de conservar y dinamizar el uso de las denominadas variedades tradicionales (variedades tradicionalmente plantadas) en las comarcas de Lleida. En los años 2008, el proyecto recibió un fuerte impulso con el acuerdo entre nuestra asociación y el Consejo Comarcal de La Noguera para promover las variedades y productos de esta zona. Fruto de esta investigación, se está conservando numerosas variedades hortícolas, de cereales, de frutales, de olivos y de viña. Las más interesantes de éstas podrían entrar dentro del catálogo de Slow Food Internacional como «baluartes alimentarios».
Vinyes Trobades
Objetivos
Viñas Encontradas se plantea a medio y largo plazo y en diferentes ejes de actuación. Globalmente define los siguientes objetivos:
- Estudiar el patrimonio histórico de viña en las tierras de Lleida a través de una investigación bibliográfica e histórica.
- En relación con las variedades tradicionales aún plantadas, muchas de ellas en riesgo de desaparición (edad avanzada de los propietarios y falta de relevo generacional, abandono del cultivo, disminución de la cultura del vino, etc.) se quiere:
Localizar algunas parcelas actualmente plantadas de variedades tradicionales.
Identificar las diferentes variedades (ampelografía clásica y análisis molecular).
Conservar este patrimonio mediante la creación de pequeñas colecciones en convenio con algunos productores.
- Respecto a las variedades potencialmente interesantes a nivel económico:
Caracterizar las propiedades biológicas y aptitudes ecológicas de cada una.
Obtener material sano y preparado para su multiplicación.
Iniciar un proceso de multiplicación y distribución controlada (acorde entre la asociación y los productores).
- Sensibilizar a los productores y a la sociedad en general sobre el interés y riqueza del uso de material genético tradicional.
Metodología
Para llevar a cabo estos objetivos existe, por una parte, un trabajo de investigación bibliográfica y análisis de fuentes históricas, en colaboración con la Universidad de Lleida, y en cuanto a la práctica existe un convenio establecido con la cooperativa L’Olivera de Vallbona de les Monges.
Respecto del trabajo de campo, a través de los diferentes contactos que ha establecido la asociación, se visitan las fincas donde se hallan los ejemplares potencialmente interesantes. A menudo, se trata de fincas con pocas cepas, utilizadas para elaborar vinos de autoconsumo o uva de mesa, pero de gran diversidad. Se registra la información que nos da el propietario, se marcan individuos y se localizan mediante GPS. Se fotografían y referencian en una base datos de elaboración propia. El intercambio de información con el propietario es una fuente muy rica de datos respecto de cada variedad, y facilita el trabajo posterior. Para la identificación de las cepas y poder reconocer las variedades de las que se trata, se cuenta con la colaboración de los profesionales del Domaine Vassal (INRA), al sur de Montpellier (Francia) –conocido por ser uno de los mejores conservatorios de viña del mundo–. También se está en proceso de firmar un convenio con el Incavi, el Instituto Catalán de la Viña y el Vino, para compartir información de las respectivas bases de datos. Para la creación de las colecciones, se realizan cinco injertos, en pies americanos, provenientes
de un único individuo debidamente localizado en la base de datos.
En el terreno de la sensibilización y difusión, se creyó oportuno el aprovechamiento del potencial de las parcelas encontradas y de la uva que aún se producía. Por ello se decidió elaborar un vino que aglutinase la uva de algunas de ellas. Así nació la idea de crear dos vinos: el Vinyes Trobades blanco y el Vinyes Trobades tinto, vendimiados de modo itinerante en las diferentes parcelas (vendimia nómada) y de los que 2009 será el primer año. A finales del mes de mayo de 2010 está prevista su presentación en público. Los ingresos de su venta se destinarán a financiar parcialmente el proyecto.
Resultados preliminares
En un proyecto planteado a medio y largo plazo es arriesgado hablar de resultados. A pesar de que existen algunas constataciones fruto del trabajo de estos dos años. La primera es que en La Noguera y, en general, las comarcas que podríamos definir como periféricas (es decir, aquellas donde la viña no es un cultivo muy extendido o intensivo, pero sí presente), aún queda un patrimonio genético suficientemente valioso como para ser estudiado con detenimiento. La tabla 1 muestra algunos de los nombres de variedades que los propietarios de las fincas dan a sus cepas, así como su uso.
La información inicial obtenida nos da algunas informaciones muy interesantes. En primer lugar, se constata la presencia de variedades poco utilizadas en la viticultura actual, lo que podría ser una pista en la búsqueda de productos originales y autóctonos. Por otra parte, nos da información de variedades que existen comercialmente, pero que son poco utilizadas en las plantaciones actuales, como la monastrell o la malvasia, a pesar de estar autorizadas por la DO Costers del Segre. Todo ello constituye, en sí mismo, una información útil para orientar a los viticultores actuales que quieran utilizar variedades locales en sus nuevas plantaciones. El futuro trabajo permitirá ir definiendo con mayor exactitud estas primeras observaciones.
Otro resultado interesante y que se reproduce en otros ámbitos de trabajo del Proyecto Vinyes Trobades es que el hecho de estudiar y querer conocer el patrimonio genético local mejora la autoestima de los productores de cada lugar, incorpora una visión diferente de la agricultura –donde a menudo aquello del pasado es visto como un retraso y sin valor- y dignifica el trabajo de toda la gente, generalmente de edad avanzada, que lo ha ido conservando.
Conclusiones. Variedades tradicionales, identidad, tipicidad: ¿a la búsqueda de una viticultura más auténtica?
Trabajar en el ámbito de los recursos genéticos locales da lugar a muchas cuestiones y debates, y aún más si los comparamos con el futuro de los mercados y las tendencias. Por ello nos plantea las siguientes reflexiones:
1. Las variedades locales constituyen una muy valiosa fuente de diversidad genética y su interés es incuestionable. La sociedad ha de hacer posible su conservación, estudio y valorización a través del cultivo (la conservación mediante el cultivo económicamente viable es la mejor manera de conservar la biodiversidad). En este sentido, la intervención de los organismos públicos es fundamental y el trabajo de los privados en este terreno debería tener en cuenta la dimensión social de la conservación y el uso de este patrimonio. Hemos de entender que en este campo intereses públicos y privados no son excluyentes y hemos de encontrar fórmulas adecuadas para compatibilizarlos.
2. Les variedades locales son una pieza fundamental en la definición de entornos productivos «únicos» o «típicos» y de su identidad. Actualmente, podríamos decir que no se pueden comprender, sobre todo en el caso del vino, contextos productivos extremadamente originales (paisaje, orografía, condiciones de producción…) sin que el material vegetal sea una pieza clave.
3. Desde un punto de vista más amplio, podemos decir que la identidad de los países tradicionalmente vitícolas se ve reforzada cuando hallamos algunos entornos muy específicos en los que se practica una «viticultura heroica», vinculada al uso de las variedades locales en la mayoría de los casos. ¿Quedan espacios de esta viticultura en Cataluña o la tendencia a la mecanización y a la simplificación ha reducido drásticamente esta manera de cultivo?
4. El recurso a las variedades locales, vinculadas a una viticultura de calidad, en íntima relación con el entorno productivo (clima, suelo, viticultor) puede ser una vía de futuro para la agricultura de zonas mediterráneas en riesgo de abandono productivo. La falta de relevo generacional, las dificultades de cultivo, los bajos rendimientos, etc., están provocando de forma alarmante el abandono de muchas zonas tradicional y potencialmente productoras. Esta «muerte silenciosa» podría ser mitigada con proyectos productivos innovadores que incorporasen el uso de variedades locales.
5. En un mundo global, con necesidad de mensajes claros y simples, las variedades locales se convierten, a menudo, en un medio ideal para el posicionamiento de productos de mercado. Un uso adecuado de los recursos genéticos locales puede ser una herramienta de visibilidad económica de algunas explotaciones vitivinícolas.
6. La difusión de las variedades tradicionales debe ser justa y respetuosa con las comunidades locales y las culturas alimentarias de origen. Las pequeñas explotaciones de zonas vitivinícolas marginales han resistido notablemente la estandarización y las modas dominantes en el sector del vino, tanto las variedades como la vinificación. Será preciso, pues, hallar mecanismos para que sean también las primeras beneficiadas.
7. Las variedades olvidadas suponen algo más que una herramienta de diferenciación y sofisticación de la viticultura moderna. Una aproximación que tenga en cuenta la cultura a la que van asociadas, puede generar puntos de partida interesantes para la producción de vinos con identidad propia y posibilidades en el cambiante contexto del consumo de vino.
8. Aún queda mucho por hacer y como decía el poeta: «Todo está por hacer y todo es posible». Pongámonos manos a la obra antes que sea demasiado tarde.