La viticultura actual, en todo el mundo, se enfrenta a una crisis muy profunda que se refleja en los bajos precios de venta de la uva y que hace indispensable la reducción de los costes de producción, por lo menos para determinados mercados.

Entre las diferentes técnicas de cultivo del viñedo, destacan la poda y las operaciones en verde por sus grandes necesidades de mano de obra y por su incidencia en los costes de producción.

La operación de poda es la única técnica de cultivo vitícola que no ha evolucionado apenas desde su origen. No sólo su concepto y filosofía sino también la forma de ejecución es idéntica a la de hace dos o tres mil años; únicamente ha variado la herramienta utilizada y se ha sustituido la podadera de los romanos por la tijera, aunque pueda ir provista de dispositivos neumáticos o eléctricos para disminuir el esfuerzo físico. Se ha evolucionado algo en las técnicas preparatorias (prepoda) de la poda definitiva y en el tratamiento posterior de la madera de poda pero no en la operación específica de poda (Martínez de Toda, 1995).

A excepción de la poda, todas las operaciones de cultivo generalizadas pueden considerarse totalmente mecanizadas, por lo menos para una amplia gama de sistemas de conducción.

La poda es la única operación que requiere una intervención manual, cuidadosa e individualizada para cada cepa. Siempre se ha considerado fundamental el seguir unas normas de ejecución muy estrictas de acuerdo con unos principios generales para obtener una cepa perfectamente podada según un sistema de poda determinado. Esta es la razón de que el tipo de poda aplicable en una determinada Denominación de Origen venda recogido en su reglamento (R.D. 157/1988) y esté publicado en el Boletín Oficial del Estado (lo que no es habitual para otras operaciones de cultivo agrícolas).

La importancia que se ha dado siempre a esta operación queda patente en el siguiente texto, reproducido literalmente de los autores García de los Salmones y Marcilla en 1922: «Podemos comparar al que poda con el que siembra pues de la poda, como de la sementera, depende la cosecha. El podador puede darnos y quitarnos la cosecha del año y puede ser causa que obre dando vida a la viña o quitándole duración y producción regular y normal».

Esta poda tradicional del viñedo está suficientemente documentada y se considera, en general, necesaria para el mantenimiento de la producción, de la calidad y de la forma de la cepa. Aunque los sistemas de poda varían con el país, la región y la variedad, la poda tradicional manual supone la eliminación de más del 85% del crecimiento anual de la cepa (Winkler et al., 1974).

Por otro lado, después de la operación de vendimia, la operación de poda es la que más tiempo de trabajo necesita estimándolo, en nuestras condiciones, en 40 h/ha frente a las 130 h/ha de tiempo total anual necesario para el cultivo del viñedo (Martínez de Toda, 1995).

Con el ánimo de reducir los costes de cultivo del viñedo y de lograr su mecanización integral se desarrollan, en diversos países, una serie de experiencias para cultivar el viñedo prescindiendo de la poda tradicional, es decir, sustituyéndola por otro tipo de intervención o poda totalmente mecanizada.

Las primeras experiencias en el mundo sobre poda mecánica del viñedo datan de los años sesenta en Argentina (Casares et al., 1967) y en Estados Unidos (Shaulis et al., 1972) pero el comienzo de ensayos más significativos es posterior: 1974 en Australia (May y Clingeleffer, 1977); 1975 en Italia (Baldini et al., 1976); 1979 en Francia (Carbonneau et al., 1979) y 1989 en España (Martínez de Toda, 1989). Así, hoy, se conoce bastante bien la respuesta del viñedo ante tratamientos plurianuales de poda mecánica en situaciones vitícolas muy concretas; además de reducir los costes de cultivo, la poda mecánica incrementa la producción (Morris y Cawthon, 1981; Cargnello y Lisa, 1982; Reynolds, 1988; Intrieri y Poni, 1995; Martínez de Toda y Sancha, 1999) pero reduce el vigor y los pesos del racimo y de la baya (Freeman y Cullis, 1981; Reynolds, 1988) y los sólidos solubles (Freeman y Cullis, 1981; Intrieri y Marangoni, 1982; Intrieri y Silvestroni, 1983).

La no poda ha demostrado, hace tiempo, que incrementa el crecimiento y la producción de la cepa (Winkler, 1958) pero no ha sido considerada práctica debido a los efectos atribuidos a la superproducción (Winkler, 1954). En los últimos años se está demostrando que esos efectos se deben a limitaciones impuestas por las prácticas de cultivo; la adopción de otras técnicas de cultivo en muchas zonas vitícolas del mundo ha demostrado que, con una poda mínima o no poda, se pueden mantener viñedos capaces de dar mayores producciones y de calidad a lo largo de los años (Clingeleffer, 1983;1984).

Se habla indistintamente de poda mínima (minimal pruning) y de no poda (zero pruning) porque la técnica consiste en cortar los extremos de la vegetación cuando se aproximan al suelo, abriéndose hacia la calle, para facilitar las operaciones de cultivo; es una intervención tan mínima que se puede calificar de «no poda» ya que no afecta más que a una pequeña proporción de la vegetación (Martínez de Toda y Sancha, 1998).

La práctica totalidad de las experiencias citadas corresponden a países o zonas caracterizados por una viticultura «moderna» frente a la viticultura «tradicional» europea. Es una viticultura totalmente distinta en la que prima el rendimiento y la rentabilidad pasando a segundo plano la calidad del producto, según el criterio europeo clásico. Son experiencias realizadas en viñedos vigorosos, con suelos fértiles y en los que las técnicas de cultivo se dirigen hacia la obtención de grandes producciones (riego, fertilización, poda, etc.).

En situaciones de viticultura «tradicional» se consideraba, en general, que estos tipos de poda no son posibles y transcribimos textualmente lo que escribe Hidalgo (1999a y 1999b) como representativo del concepto tradicional de la poda: «La mecanización integral de la poda por los medios actuales es difícil de realizar en una viticultura cuidadosa, en la que se debe ser preciso en la carga de yemas a dejar en cada cepa, por tratarse de viñedos poco vigorosos, impuesto por la pobreza del suelo, la sequía del verano o por la calidad de los productos a obtener».

Por último, y como curiosidad, también ha existido otra línea de trabajo muy concreta que consistía en la «poda robotizada» en la que se trataba de sustituir al podador manual por un robot. Aunque técnicamente el problema se resolvió y hubo un prototipo desarrollado en Francia, no tiene aplicación en el viñedo debido al coste de la máquina y al rendimiento de la operación (Champagnol, 1984).

De esta exposición se desprende el interés de estudiar el comportamiento de la poda mecánica y de la poda mínima en nuestras condiciones de cultivo y, para ello, comenzamos en 1984, y por primera vez en España, unas experiencias en Rioja con los siguientes objetivos:

  • Estudiar la respuesta de la planta a estos nuevos tipos de intervención
  • Analizar su evolución a lo largo del tiempo y determinar el período de aplicación o supervivencia.

En este trabajo se presentan los resultados de alguna de las experiencias citadas.


Experiencias en España

Descripción de las parcelas y tratamientos

La experiencia de poda mecánica está planteada en un viñedo de la variedad garnacha tinta injertada sobre 3309-C., con marco de plantación 2,10×1,50 m y con una edad de 40 años al comienzo de la experiencia.

Se tomaron noventa cepas para la aplicación de dos tratamientos distintos desde 1984: poda mecánica y poda manual tradicional (testigo). La intervención de poda mecánica simulada consiste en podar con tijera simulando una poda manual y mecánica, a la misma altura, dejando una longitud media de la estructura de poda equivalente a pulgares o varas de dos a cuatro yemas.

La experiencia de poda mínima se sitúa en un viñedo de garnacha tinta injertada sobre Rupestris de Lot, con una densidad de plantación de 2400 cepas/ha (como resultado de haber eliminado una línea de cada tres hace 25 años) y una edad de 40 años al comienzo de la experiencia.

Noventa cepas fueron sometidas a dos tratamientos distintos desde 1987: poda mínima y poda manual tradicional (testigo). En el tratamiento de poda mínima, las cepas se dejan sin podar y únicamente se recorta la vegetación, cuando es necesario, a una altura de 0,5 m del suelo para evitar que los pámpanos y los frutos entren en contacto con él, facilitando las operaciones de cultivo. Este recorte se hizo en 1990, 1993 y 1997 (una vez cada tres o cuatro años) de forma manual, con tijera de una mano y en el mes de junio.

El tratamiento de poda manual tradicional (testigo), para ambas parcelas, consiste en dejar una carga de catorce yemas por cepa repartidas en siete pulgares, como es tradicional en Rioja para esta variedad.

Ambos viñedos están situados en el término municipal de Badarán (Rioja Alta), en condiciones de secano y con una precipitación media, en los últimos diez años, de 490 mm. El índice de Winkler es de 1380 ºC. Los suelos son de fertilidad media, con una profundidad superior a 70 cm y sin ninguna limitación física ni química para el desarrollo del viñedo (la fertilidad global del suelo puede estimarse a través de los datos de madera de poda, superficie foliar y/o materia seca que se muestran en el apartado de resultados). Las técnicas de cultivo son las habituales de Rioja excepto el mantenimiento del suelo que se hace mediante la técnica de no laboreo con aplicación de herbicidas y la ausencia de fertilización en los quince últimos años, por lo menos. El tipo de conducción es en forma libre, en vaso típico de la viticultura riojana.

Respuesta de la planta ante la poda mecánica

En las tablas 1 y 2 aparecen los resultados del comportamiento vegetativo y productivo, respectivamente, para los tratamientos testigo y poda mecánica en el trienio 1986-88. La respuesta es la esperada en el período inicial para este tipo de intervención (Martínez de Toda, 1989a y 1989b; Martínez de Toda y Sancha, 1992).

Tabla 1 Comportamiento vegetativo de los tratamientos testigo y poda mecánica. Trienio 1986-88

 

Tabla 2 Comportamiento productivo de los tratamientos testigo y poda mecánica. Trienio 1986-88

 

En cuanto al comportamiento vegetativo, las cepas sometidas a poda mecánica tienen 3,4 veces más yemas que el testigo, pero el número de pámpanos es solamente el doble, debido al menor porcentaje de brotación (73% frente al 115% del testigo). El peso de madera de poda es un 10% inferior, pero sin diferencias significativas. El peso del sarmiento es del orden del 40% que en el caso del testigo. El índice de Ravaz (F/V: producción de uva/producción de madera) representa el doble que en el testigo (6,28 frente a 3,09) pero se mantiene en un nivel muy adecuado (Champagnol, 1984).

Respecto al comportamiento productivo, la poda mecánica presenta una producción de uva 1,4 veces superior, aunque sin diferencias significativas. El número de racimos es el doble que en el testigo, pero con un peso y número de bayas del 76% respecto al testigo. No aparecen diferencias en el peso de la baya, concentración de azúcar, acidez total y pH.

Destaca la gran capacidad de autorregulación de la cepa que tiende a disminuir la fertilidad de sus yemas y el porcentaje de brotación para adaptarse a la nueva situación en la que se deja mayor carga. Nuestros resultados coinciden con los de otros investigadores (Intrieri et al., 1983 y Clingeleffer, 1984) y se demuestra, también en nuestras condiciones, que, mientras en la poda manual clásica el número de yemas constituye siempre un factor crítico, este número de yemas no es tan decisivo cuando se realiza una poda mecánica «estandarizada» durante una serie de años.

Evolución de la experiencia de poda mecánica en el período 1986-99

En el apartado anterior se ha estudiado la respuesta de la planta en un período corto (cinco años) ante el tratamiento de poda mecánica, y aunque el índice de Ravaz señala un buen equilibrio entre vegetación y producción (Champagnol, 1984), lo que parece indicar una buena evolución en el tiempo, conviene estudiar el comportamiento de la planta a más largo plazo porque pueden aparecer problemas de debilitamiento progresivo que no sean patentes en los primeros años. Para ello, analizamos el comportamiento de la experiencia a lo largo de dieciséis años.

En la tabla 3 aparecen los resultados anuales comparativos entre los tratamientos testigo y poda mecánica en el período 1986-99 para producción de uva, alcohol probable y producción de azúcar. No se tomaron datos en 1997 debido a un ataque muy intenso de mildiu. No aparecen los datos de alcohol probable ni de producción de azúcar para el año 1998 porque se perdieron después de analizados. En la tabla 4 se muestran los datos medios del período y el resultado del análisis de varianza con la mínima diferencia significativa entre los tratamientos. Para el año, al ser un factor al azar, no se hace comparación de medias. Aparecen diferencias significativas entre los tratamientos para la producción de uva y para la producción de azúcar, por el contrario, el grado de alcohol probable no presenta diferencias significativas. Esto demuestra que la evolución en el tiempo es comparable a la respuesta de la planta en los primeros años y que dicha respuesta no puede ser achacable a una existencia de reservas en la planta que se van agotando progresivamente.

Tabla 3 Resultados anuales comparativos entre los tratamientos testigo y poda mecánica. Período 1986-99

 

Tabla 4 Resultados comparativos de los tratamientos testigo y poda mínima

 

Destacan los años 1996 y 198, que estuvieron caracterizados por un alto potencial productivo (cosechas record en la historia del rioja). Parece confirmarse, también en nuestras condiciones, la hipótesis (Intrieri et al., 1984) de que la poda manual, basada en una calibración precisa del número de yemas antes de que se den eventuales factores críticos en las sucesivas fases del ciclo, pueda ser más «condicionante» que una intervención mecánica, que permite a la planta un mayor margen de autorregulación fisiológica en relación con los factores ambientales del año.

La cepa sometida a poda mecánica produce más uva y más azúcar, no apareciendo diferencias significativas en el grado de alcohol probable.

Evolución de la experiencia de poda mínima en el período 1988-99

En la tabla 5 se exponen los resultados anuales comparativos entre los tratamientos testigo y poda mínima en el período 1988-99 para producción de uva, alcohol probable y producción de azúcar. En la tabla 6 se muestran los datos medios del período y el resultado del análisis de varianza con la mínima diferencia significativa entre los tratamientos. Como en el caso de la poda mecánica, aparecen diferencias significativas, pero más claras, para producción de uva y producción de azúcar, sin embargo, en el grado de alcohol probable, existen diferencias significativas a favor de la poda tradicional.

Tabla 5 Resultados anuales comparativos entre los tratamientos testigo y poda mecánica. Período 1988-99

 

Tabla 6 Resultados comparativos de los tratamientos testigo y poda mecánica

 

La evolución general de esta experiencia confirma lo comentado para la experiencia de poda mecánica apareciendo más diferencias con el testigo, como era de esperar dado el tipo de intervención (no poda).

También se confirma en esta experiencia el mayor margen de autorregulación de la cepa, sometida a poda mínima, ante los factores ambientales del año (Intrieri et al., 1984).

La cepa sometida a poda mínima produce más uva y más azúcar que el testigo con un grado de alcohol probable menor debido a la gran cantidad de uva producida. Las diferencias con el testigo son mayores que en la poda mecánica, resultando el comportamiento de esta última intermedio entre los testigos y la poda mínima.

Aunque sea evidente, es importante destacar la demostración de que, también en nuestras condiciones, la cepa es capaz de «sobrevivir» cuando se le deja sin podar o se poda de una forma masal o no selectiva, contrariamente a la opinión generalizada en el sector vitícola y no sólo entre los viticultores sino incluso entre los técnicos.

 

Conclusiones

Tras 16 años de seguimiento de la experiencia de poda mecánica y 14 años de poda mínima se pueden extraer las siguientes conclusiones:

  1. La cepa sometida a poda mecánica es capaz de sobrevivir durante, al menos, dieciséis años igual que la cepa sometida a poda tradicional. Lo mismo puede concluirse para la poda mínima durante, al menos, catorce años.
  2. La producción de uva, para estos tipos de poda, es superior a los testigos durante todos los años estudiados.
  3. El grado alcohólico probable obtenido, en general, con estos tipos de poda es perfectamente compatible con la elaboración de variados tipos de vino.
  4. La producción de azúcar es, también, muy superior al testigo en los períodos estudiados.
  5. Estos tratamientos de poda hacen de la cepa una «máquina» más eficaz para producir uva y azúcar en comparación con los testigos.
  6. La poda tradicional tiene un efecto claramente depresivo sobre las posibilidades de explotación del medio por la cepa.
  7. Aunque no se han comparado entre sí los tratamientos de poda mecánica y poda mínima, parece deducirse que se comportan en el mismo sentido respondiendo la poda mecánica de forma intermedia entre los testigos y la poda mínima, como era de esperar ante los niveles de carga propios de cada tratamiento.

Observaciones sobre su posible aplicación práctica

  1. El realizar estos tipos de poda supone pasar de 40 h/ha a 3-4 h/ha en los tiempos de trabajo de poda si se hace poda mecánica y, a 0 h/ha, si se hace poda mínima o no poda.
  2. Supone una reducción, muy importante, de los costes de cultivo.
  3. Para la poda mecánica, la maquinaria es sencilla y existe ya que coincide con la maquinaria de prepoda.
  4. La operación es perfectamente reversible, por lo menos en los primeros años, y se puede volver fácilmente a la poda tradicional.
  5. La aplicación ideal de estos tipos de poda debe hacerse en viñedos cuya conducción permita la vendimia mecanizada para tener, de esta forma, viñedos íntegramente mecanizados.
  6. Con estos tipos de poda se puede prescindir de las operaciones en verde espergurado, despunte y desnietado.
  7. Estos tipos de poda, y especialmente la poda mínima, pueden suponer una menor incidencia de las enfermedades de la madera (Carbonneau, 2008).

 

Experiencias en el mundo

En la tabla 7 se presentan algunos resultados de diferentes experiencias realizadas en distintas situaciones vitícolas. Aunque son resultados parciales porque se exponen los resultados de un solo año, la tendencia general del comportamiento de la planta es la misma que la expuesta, en este trabajo, para las experiencias realizadas en España.

Tabla 7 Resultados comparativos de los tratamientos testigo y poda mecánica*

 

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