Los gurús incuestionados se han reunido una vez más, y han reunido a su alrededor a cientos de profesionales, entre los que se encontraban los que aseguran que el tiempo de los gurús incuestionados ha pasado. Clases magistrales y catas multitudinarias aparte, el debate del encuentro ha girado en torno a los tópicos ya habituales en los foros del sector vitivinícola: la crisis económica, la globalización, la educación del consumidor y la comunicación e interacción de los consumidores. Siempre con un paisaje inalterable de fondo: el mercado.
Muy probablemente, la mayoría de ejecutivos y empresarios que asisten a los encuentros y debates sobre el mercado del vino, que proliferan de manera constante, también asisten a algunas de las conferencias que imparten casi todas las cámaras de comercio y administraciones públicas sobre la crisis económica y las distintas estrategias para superarla, y en ellas habrán oído la palabra mágica «innovación», pronunciada en distintos contextos, pero siempre como el factor imprescindible para que una empresa o un sector supere el contexto económico actual.
El concepto innovación es, y siempre ha sido, escurridizo, acomodaticio, casi ambiguo.* Pero hay cierto consenso en aceptar que involucra la creatividad, el talento, con frecuencia la investigación científica, para desarrollar un producto, una técnica o un servicio, que sea percibido como novedad por el mercado al que va dirigido.
Por supuesto, el sector de las nuevas tecnologías de la comunicación tiene enormes retos que superar haciendo una correcta gestión de su innovación, e igual afirmación puede aplicarse al marketing, que debe reinventarse (y de hecho, lo está intentando de manera efectiva) a base de innovación ante los abruptos cambios de dinámica de los mercados. Esas y otras innovaciones, transferidas al sector del vino pueden representarle grandes ventajas, pero no son innovaciones del sector vitivinícola, que debe activar su propia creatividad y aplicar el talento en desarrollar nuevos productos, mediante nuevos procesos, incluso generando nuevos servicios y consiguiendo que el mercado, los consumidores, los perciban como novedad.
Ningún sector económico va a superar la crisis por el sólo hecho que sus proveedores la superen. Y el sector del vino, tampoco. Por tanto, cuando nos referimos a innovación nos referimos a la innovación vitivinícola intrínseca, dentro de la cual la innovación enológica desempeña un papel central. Una innovación que no está teniendo ni el apoyo ni el reconocimiento que se merece y necesita, y no está focalizando la suficiente atención del propio sector elaborador, que se juega su futuro en ello. El enólogo sigue siendo la voz que clama en este desierto de la innovación.
*Por esa razón en ACE Revista de Enología hemos aportado nuestro grano de claridad en varios artículos (a modo de ejemplo, https://www.acenologia.com/editorial102)