La sostenibilidad hídrica del cultivo de la viña es un concepto que ha tenido históricamente múltiples versiones, sobre todo en función del área geográfica donde intentemos ubicar la base del análisis. Es evidente que esta disparidad de criterios dificulta un análisis amplio del comportamiento hídrico de la especie, y por ende, dificulta el desarrollo de criterios prácticos de gestión que tengan una base general y que, a su vez, permita una toma de decisiones específica para cada caso.
Adicionalmente, una visión más holística de las relaciones hídricas del viñedo debería permitir integrar al análisis otros aspectos culturales, como son el desarrollo vegetativo, carga productiva, tipología del suelo y parámetros climáticos, entre otros. Esta nueva perspectiva es básica para el desarrollo de modelos que integran diferentes aspectos de la respuesta del cultivo frente a escenarios cambiantes (clima, edáficos, de manejo, y otros). Estos conocimientos y herramientas son básicos para afrontar con éxito las incertidumbres a las que, tanto el cultivo de la viña como el mundo en general, se enfrentan: cambio climático, incremento de la población mundial, concentración de la población en ciertas zonas del planeta, aparición de nuevos hábitos y gustos, y muy especialmente nuevas prioridades que guían la toma de decisiones de los habitantes de este planeta.
Este artículo es el primero de una serie, un dossier en Acenología, que con el título genérico de La sostenibilidad hídrica de la viña –sí, el mismo título que el que encabeza este artículo introductorio– pretenden aportar información científica y práctica que permitan al lector tener una visión amplia y actualizada del conocimiento existente y de los conceptos básicos sobre la importancia del agua en el viñedo, en qué temas se está actualmente trabajando y los retos que la I+D tiene planteados.
Plasticidad hídrica de la viña
Tan solo con hacer un repaso a las condiciones edáfico-climáticas de las zonas donde se cultiva la viña (secanos y regadíos, zonas de alta, media y baja pluviometría, suelos superficiales y pedregosos y suelos profundos, climas calurosos y otros muy frescos, y con todas sus posibles combinaciones), de los diferentes sistemas productivos (vasos, sistemas apoyados, variaciones en los volúmenes de vegetación), y de las diferentes variables en el cultivo (variedades, carga productiva, poda, aclareos, entre otros) no es difícil intuir que la viña tiene una capacidad de adaptación a una diversidad de escenarios considerable.
En este sentido propongo al lector que haga un repaso visual a la figura 1 en la que aparecen imágenes de diferentes regiones del planeta donde se cultiva la viña, con tipologías de vinos bien características y diferenciadas, pero con condiciones edáfico-climáticas-culturales muy diversas. Concretamente en la diversidad climática al que se enfrenta la viña, en la tabla 1 se presenta un resumen de las características climáticas de algunas de las regiones del mundo donde la viña es un cultivo de referencia.
Frente a esta diversidad de escenarios donde está presente el cultivo de la viña, y donde se producen vinos reconocidos, cabe hacer dos observaciones genéricas: 1) la viña es un cultivo que se adapta hídrica y climáticamente a una gran diversidad de situaciones, y 2) en cada lugar el manejo de la viña presenta unas características propias. Características de cultivo que, junto con la elección varietal, pretenden compensar esta diversidad edafo-climática.
Ya sea porque la viña presente una gran plasticidad hídrica y climática, o porque el manejo de la viña compense este diversidad, lo que es evidente es que el cultivo de la viña es capaz de adaptarse a una gran variedad de realidades climáticas, y en consecuencia es hídrica y climáticamente ubicable en una gran diversidad de escenarios.
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Sensibilidad estacional de la viña al déficit hídrico
Cuando se analiza el comportamiento de la viña en esta gran diversidad de escenarios climáticos, o cuando se revisa la literatura científica sobre este tema, se podría llegar a la conclusión que existe una disparidad de criterios sobre cómo debería manejarse hídricamente el cultivo de la viña para obtener producción y calidad. Algunos autores inciden sobre la importancia de introducir unos ciertos niveles de déficit hídrico en fases específicas del cultivo para mejorar la calidad de los vinos (Bravdo et al., 1985; Williams y Matthews, 1990; Girona et al., 2006), mientras que en otros trabajos se pone de manifiesto la importancia del riego, frente al cultivo de secano, para la mejora de la calidad de la uva (Esteban et al., 1999; Reynolds et al., 2007). Algunas de estas disparidades podrían tener un origen varietal, pero en otros casos la comparación se ha realizado sobre la misma variedad, y los resultados siguen siendo dispares.
«Existe una unidad teórica, el potencial hídrico, para medir el déficit hídrico soportado por la planta… aunque su traducción a la práctica no se ha plasmado adecuadamente.»
Una posible causa de esta aparente inconsistencia podría deberse a que no se utiliza un parámetro bien definido para evaluar este déficit hídrico. Se habla de comparar una situación de no riego con otra de riego, o de evaluar el déficit hídrico en una fase o en otra. Pero generalmente no se aporta una medida (con una unidad de referencia universal e integradora) del déficit soportado por la planta. Aunque esta unidad existe (el potencial hídrico, Yh), y en muchos de los trabajos científicos aparece de modo explícito, su traducción a la práctica no se ha plasmado adecuadamente. Cuando se compara una situación de no regadío (secano) con una regadío (por ejemplo) y se observa que el regadío puede aportar mejoras en calidad, no equivale a concluir que la mejora de la calidad va asociada con un menor déficit hídrico, tan solo a que en la situación específica de regadío (con el nivel de déficit hídrico estacional que haya padecido aquella viña) se han producido uvas de mejor calidad que en la situación concreta de déficit hídrico de las vides de secano. Lo interesante sería disponer de información específica sobre la respuesta de una viña diferentes situaciones de déficit hídrico, entendiendo que el déficit hídrico se debe caracterizar en base a tres conceptos: la intensidad, la duración y el momento en que se produce.
Para afrontar este análisis, Girona et al. (2009) y Basile et al. (2011, 2012) realizaron una serie de trabajos orientados a evaluar los efectos del déficit hídrico estacional en tres variedades de uva: tempranillo, cabernet sauvignon y chardonnay. El esquema fue idéntico para todos y se basaba en aplicar diferentes intensidades de déficit en cada una las distintas fases fenológicas de la viña, a saber: de desborre a floración (fase i), de floración a envero (fase ii) y de envero a vendimia (fase III). Las diferentes intensidades de déficit se conseguían regando con el 100%, 50%, 25% y 0% del agua teóricamente demandada por el cultivo, y así se definieron 10 tratamientos de riego de la combinación de fases e intensidades de déficit. El tratamiento 50-100-100 correspondería a aplicar el 50% del agua teórica de riego en la fase I, mientras que en las fases II y III se aplicaría el 100%.
«Tanto el crecimiento de la uva como los efectos sobre la calidad dependen de la integral de déficit hídrico específico de cada fase.»
Los resultados de estos trabajos pusieron de manifiesto que tanto el crecimiento de la uva, como los efectos sobre la calidad (fig. 2) dependen de la integral de déficit hídrico específico de cada fase. Se verificó, en la variedad tempranillo, que el déficit aplicado en fase II (de floración-cuajado a envero) es el que más afecta al tamaño de la baya, tal como se había observado en otros trabajos (Intrigliolo y Castel, 2008), pero lo interesante es que cuantificó cómo la integral de estrés afecta tanto al tamaño final de la baya como a la calidad de la uva. En el caso de los antocianos se observó que el aumento de la integral de estrés en fase II afectaba negativamente a su concentración (fig. 2), mientras que en fase III si el déficit total era moderado jugaba un papel positivo en este parámetro, pero si excedía a un valor determinado, 47 MPa*día en este caso, el efecto era negativo y a más déficit menos antocianos.
Lo relevante de estos resultados es observar que el déficit hídrico no tiene por sí mismo un efecto absoluto, no es un blanco o negro, sino que depende de la cantidad de déficit que la planta haya recibido en una fase concreta de su ciclo anual. También es significativo que la respuesta puede cambiar de sentido o de grado de intensidad como ocurre en la respuesta de los antocianos en la fase III (fig. 2), a integrales de déficit bajos la respuesta es positiva (a más déficit más concentración de antocianos), mientras que si se excede un umbral de déficit la respuesta es negativa (a más déficit menos antocianos).
Aunque estos trabajos se realizaron con plantas en macetas y la respuesta de las vides, a la intensidad de déficit hídrico percibido por las plantas, no tiene porqué ser diferente de lo que pase en las plantas en una viña comercial, podría ser que el calendario de aplicación de déficit en campo para conseguir estos resultados sufriera ligeras alteraciones. En este sentido, Intrigliolo y Castel (2010) apuntan, para esta misma variedad, que adelantar un poco el déficit e introducirlo dentro de la fase II podría tener algunos beneficios. En este punto simplemente cabe resaltar que cuando se trabaja con plantas en maceta el déficit se puede manejar con más facilidad que en campo. En las macetas se reduce el riego y las plantas muestran instantáneamente el déficit, en campo se reduce el riego y las plantas pueden estar unos días sin que aparezcan los síntomas de déficit, básicamente porque las reservas de agua en suelo permitan un suministro a las plantas más allá del día de la modificación del riego. Así los efectos que aparecen con un cierto retraso pueden modificar alguna respuesta de las plantas. Esta observación es significativa en el sentido de que el momento preciso de la reducción del riego no tiene por qué coincidir con la aparición de los efectos en la planta, la gestión de estos desplazamientos en el tiempo se deben especificar en cada viña.
Finalmente señalar que, en el caso de la variedad cabernet sauvignon (Basile et al., 2011), la respuesta de los antocianos a la integral de déficit en fase seguía una evolución siempre ascendente (a mayor integral de déficit mayor concentración de antocianos) en toda la ventana de integrales de déficit. Sí cabe mencionar que la ventana de integrales de déficit medidos en cabernet sauvignon no pasaba de los 50 MPa*día, mientras que en tempranillo superaba los 60, y fue a partir de los 47 donde se observó el cambio de tendencia. Pudiera ser que la respuesta fuese muy similar en ambas variedades, y que como que en cabernet sauvignon no se superaron los 50 MPa*día, no se observara la fase descendente o que simplemente que las dos variedades tuviesen comportamientos diferentes.
Gestión del riego de la viña en función del estado hídrico de la viña
La práctica de riego más común, en las grandes zonas productoras de vino en viñas con riego, sería la de no limitar el agua a la viña durante las primeras fases de desarrollo de la baya (aproximadamente fase II, según la definición anterior) y aplicar un cierto grado de déficit durante los estados finales de su desarrollo (Williams y Matthews, 1990). No obstante, en Australia, se ha preconizado prácticamente lo contrario: aplicar menos agua al inicio y prácticamente riego sin limitaciones en las fases finales de desarrollo de la baya (McCarthy et al., 2000). La literatura científica proporciona algunos umbrales de potencial a partir de los cuales debería iniciarse el riego, por ejemplo, en Grimes y Williams (1990), Peacock et al. (1998), Choné et al. (2001) o Williams y Araujo (2002). En términos generales se tiende a proponer el valor de –1,0 MPa como umbral de inicio del riego en California, mientras que los valores más extremos alcanzados en condiciones de déficit suelen estar cercanos a los –1,5 o –1,6 MPa.
En el apartado anterior se ha visto que el déficit aplicado en fase III parece que proporciona ciertas ventajas cualitativas a las bayas, aunque puede que afecte negativamente a la producción. Girona et al. (2006) presentan los resultados de un trabajo en el que se aplicaron diferentes estrategias de riego, cuya definición se orientaba únicamente a la medida del estado hídrico de la planta (potencial de hoja determinado al mediodía solar, ψhmd). El trabajo realizado en una parcela comercial de pinot noir en la finca de Raïmat durante 4 años, se basó primero en definir cuatro tratamientos de riego en base a valores umbrales del déficit que se permitía alcanzar a las vides en cada fase según muestra la tabla 2 (siguiendo la definición de fases expuesta en el apartado anterior).
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El tratamiento C (control) pretendía simular una viña en la que durante todo el año se mantuviera la planta en un estado hídrico sin restricciones hídricas y que en base a estudios complementarios se cifró en unos –0,6 MPa en primavera, que progresivamente se movía hacia los –0,8 MPa el resto de la campaña. El tratamiento DD pretendía simular una viña con grandes restricciones hídricas a lo largo del ciclo, y el tratamiento CD una estrategia de riego sin limitaciones hídricas hasta el envero y con un umbral de déficit en fase III de –1,2 MPa. Con estas estrategias se evaluaron integrales de déficit y se observó cómo en fase III el tratamiento C se queda en valores de 40,9 MPa*día, CD sobre los 49 y DD sobre los 53 (tabla 2).
Los efectos de estas estrategias en la producción fueron relevantes (tabla 3), observándose caídas productivas en los tratamientos sometidos a mayores déficits hídricos. La caída más importante fue en DD debido a que las bayas eran más pequeñas y también por afectación sobre la carga productiva de las cepas (número de racimos por cepa). En el caso de CD la caída de producción fue mucho menor, y básicamente debida a un menor tamaño de las bayas.
La calidad, representada en este resumen por la concentración de antocianos (tabla 3), se vio afectada por las estrategias de riego, aumentando a medida que aumentaban las integrales de déficit (tabla 2). Si comparamos estos resultados con los observados en la figura 2 (tempranillo) o con lo anteriormente descrito para cabernet sauvignon, vemos que en la tendencia de la respuesta es coincidente en todos los casos, a medida que aumenta el nivel de déficit (integral de déficit) en fase III aumenta la concentración de antocianos. Al no haberse llegado a valores próximos a los 60 MPa*día no se puede valorar si existe una caída de antocianos por exceso de déficit en esta fase o no. También debe tenerse en cuenta en este caso que se trabajó con una variedad diferente, pinot noir, sobre la que no se tienen las mismas referencias que en tempranillo o cabernet sauvignon.
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Estos resultados fueron consistentes año tras año y gestionando el riego en base a umbrales de potencial se conseguía una buena definición y puesta en práctica de las estrategias de riego.
Un resultado muy relevante de este estudio fue la variabilidad espacial de la evolución del nivel de déficit hídrico de la parcela. El experimento se planteó con cinco repeticiones, lo que implica que cada tratamiento esté cinco veces replicado dentro de la parcela experimental y en diferentes zonas de la misma. Para cada estrategia de riego, cada repetición consistía en un bloque de 40 cepas, y que se gestionaba como un sector de riego independiente. El experimento constaba de 15 sectores de riego (3 estrategias de riego * 5 repeticiones). El objetivo era que todos los sectores de riego de una misma estrategia se mantuvieran en los niveles de déficit (umbrales de potencial) definidos para esta estrategia. Para conseguirlo fue necesario aplicar volúmenes de riego diferentes en cada uno de los sectores de riego, tal como se puede observar en la figura 3.
Para que todas las réplicas del tratamiento CD se mantuvieran en los mismos niveles de déficit hídrico, los volúmenes de agua de riego que se aplicaron se situaron entre los 188 y los 324 mm (fig. 3). Cuando el riego no se gestiona a nivel de réplica (sector de riego) y aplicando idénticos volúmenes de agua en cada uno de ellos, los resultados muestran que se entra en una gran variabilidad de estados hídricos (tabla 4).
En la tabla 4 se observa cómo en el tratamiento C se aplicaron diferentes volúmenes de agua a cada repetición (coeficiente de variación (CV) = 7,7 %) pero que la variabilidad en el resto de parámetros fisiológicos y productivos fue baja (1,9%, 4,7%, 3,2%). En el ensayo se ubicó un tratamiento adicional denominado de balance hídrico (BH) donde se aplicaba el mismo volumen de agua a todas las repeticiones; aquí vemos en la tabla 4 que si bien el coeficiente de variación es muy bajo para el agua aplicada al tratamiento BH (CV = 0,6%), este coeficiente de variación se dispara para los parámetros fisiológicos y productivos. En definitiva, para tener una buena uniformidad es necesario tratar a cada repetición de forma individualizada.
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Una primera conclusión sería la necesidad de manejar el riego en base a indicadores de estrés hídrico, habiendo previamente definido nuestros objetivos (umbrales de déficit hídrico estacional), lo que aportaría fiabilidad y seguridad a la gestión del riego, a la vez que estandarizaría la producción y la calidad de la uva. La segunda conclusión sería la conveniencia de conocer la distribución espacial del déficit para que con un riego adecuadamente sectorizado nos permita uniformizar las condiciones hídricas de la parcela.
La aplicación en la práctica de estas dos observaciones presenta diversos inconvenientes. El primero es que para realizar las medidas de potencial hídrico se requiere de los equipos correspondientes (consolas de presión portátiles) y personal entrenado para su realización. El segundo concierne al número de medidas a realizar, que debería ser elevado y distribuido por toda el viñedo para conocer la variabilidad. El tercero se refiere a los sistemas de riego, que deberían estar diseñados acorde con la distribución espacial de la variabilidad hídrica (Bellvert et al., 2012). Adicionalmente las medidas de potencial hídrico al mediodía solar tienen una ventana de ejecución muy limitada (unas 2-2,5 horas alrededor del mediodía solar), lo que representa que le número de mediciones que puede hacer una persona es muy limitado.
La teledetección como elemento facilitador de la gestión hídrica de las viñas
La variabilidad de estado hídrico de la viña en una parcela comercial es generalmente importante. Como muestra la figura 4 la variabilidad de potenciales hídricos de una parcela de pinot noir, de unas 10 ha de superficie, que se regaba bajo un único sector de riego, y en la que todas las cepas recibían aproximadamente los mismos volúmenes de agua. Obsérvese como en la misma parcela coexisten zonas con potenciales hídricos (ψhmd) de –0,6 MPa y zonas de –1,2 MPa, para un estadio fenológico en el que el potencial idóneo se podría situar en torno a los –0,8 MPa. Los efectos que esta disparidad de estados hídricos pueden tener sobre la producción y la calidad son importantes, se han visualizado en apartados previos en este artículo, y en la literatura científica podemos encontrar buenas referencias. Bramley y Hamilton (2004) encontraron importantes diferencias en producción y Bramley (2005) en la composición de las bayas, debido a la variabilidad espacial, variabilidad que en números casos está asociada a la variabilidad de los suelos (gravimetría, pendientes, profundidades) (Ortega et al., 2003, Taylor, et al. 2005).
Para obtener los datos necesarios para la composición de la distribución espacial del potencial hídrico de la figura 4 se utilizaron dos equipos, de 4 personas y un vehículo cada uno, que durante el período de 2 horas (próximas al mediodía solar) tomaron unas 200 medidas de potencial uniformemente distribuidas en la parcela. Con posterioridad se realizaron los cálculos para la interpolación y crear el mapa zonal de estados hídricos. Evidentemente este procedimiento, con 8 personas y dos vehículos ocupados durante 2 horas para caracterizar 10 ha, no es viable comercialmente.
Una posible, y muy interesante, alternativa para obtener esta información es la utilización de la teledetección con cámaras térmicas que permiten determinar la temperatura de la cubierta vegetal (Bellvert et al., 2015; Berni et al., 2009). Con esta información se puede determinar el índice denominado CropWater Stress Index (CWSI), que originariamente fue desarrollado por Idso et al. (1981) y Jackson et al. (1981), quienes, en base a la temperatura de la cubierta vegetal y a parámetros ambientales (básicamente temperatura y humedad), desarrollaron un indicador que refleja el estado hídrico de las plantas, ya que se correlaciona muy bien con los niveles de potencial hídrico de hoja (ψhmd). Ejemplos de la bondad de este indicador habían sido propuestos por varios autores como Bellvert et al, (2014) para la variedad pinot noir (fig. 5), Möller et al., (2007) para merlot o Weathon et al. (2011) para cabernet sauvignon.
Aplicando esta tecnología se puede hacer un seguimiento eficiente del estado hídrico de las viñas como ponen de manifiesto Bellvert et al. (2016), la única condición previa es disponer de un sistema de riego con una adecuada sectorización para aplicar los volúmenes de agua adecuados a cada espacio y tiempo.
Importancia económica de una buena gestión del estado hídrico de la viña
La gestión del estado hídrico de la viña, como se va viendo en este artículo, representa una cierta complejidad. Complejidad que lleva asociados unos costos considerables. En consecuencia antes de decidir si se comprometen unos recursos económicos en este tipo de controles y gestión es aconsejable ponderar la viabilidad económica de los mismos. Aunque este tipo de evaluaciones suele ser muy específica y difícilmente se puede generalizar, a título de ejemplo se ha evaluado el valor de la producción en función de la estrategia de riego utilizada en el trabajo experimental en pinot noir (Girona et al., 2006), comentado previamente. Sobre la base de la producción y a la valoración económica de la uva (€/kg), valoración basada en una clasificación de calidades, se ha elaborado la tabla 5.
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Los resultados reflejan la potencialidad y el interés que una buena gestión del estado hídrico de la planta pueden tener en la viticultura actual. Antes de entrar en el análisis de la oportunidad de hacer una gestión fina del riego en función de la viabilidad económica de la misma, analicemos los resultados de la tabla 5.
La columna de la calidad de la uva muestra las clasificaciones que otorga de la bodega propietaria de los viñedos en los que se ubicaba el experimento. Sobre estas clasificaciones se les ha aplicado un valor (€/kg), asignado a cada tipología, y multiplicando por la producción se obtiene el valor de la uva.
Las columnas de ratios dan idea de la eficiencia de las diferentes estrategias (tratamientos) de riego. Merece especial atención la comparativa entre los dos ratios. En la columna de eficiencia productiva (kg/m3) hay evidentemente diferencias, pero las diferencias relativas entre los ratios de las diferentes estrategias (ventana entre 4,33 y 7,00) están en un 62% (7,00 es un 62% más grande que 4,33), mientras que en el ratio de eficiencia económica (€/m3) las diferencias relativas entre los ratios extremos están en un 331%. Esta gran distancia entre ratios pone de manifiesto que también gestionando de forma eficiente el estado hídrico de la viña se puede conseguir calidad, calidad que tiene su retribución económica.
«Lo más corriente es que los gestores de riego de las viñas utilicen el método del balance hídrico para tener una idea de la demanda hídrica potencial, y después, a su buen criterio, apliquen las reducciones o los ajustes que mejor se adapten a su estrategia productiva.»
En la columna de la derecha se presentan los incrementos del valor de la cosecha de las diferentes estrategias frente a una gestión del riego que denominamos BH-REF. BH-REF representaría una forma de manejo del riego basado únicamente en el balance hídrico y aplicando unos coeficientes de cultivo estándares para un riego sin limitaciones, pero sin tener en cuenta nada de lo que se ha analizado en este artículo. Es cuestionable si este tratamiento de riego tipo sería el más adecuado para poner de referencia en esta comparativa, porque lo más corriente es que los gestores de riego de las viñas utilicen el método del balance hídrico para tener una idea de la demanda hídrica potencial, y después, a su buen criterio, apliquen las reducciones o los ajustes que mejor se adapten a su estrategia productiva. Dado que la información de cómo se riega y lo que se produce en estas viñas comerciales es variable y está sujeto a muchos condicionamientos particulares, se ha optado por utilizar la estrategia BH-REF sobre la cual sí que disponemos de información proveniente de parte otros trabajos experimentales. Adicionalmente BH-REF podría representar aquella estrategia a partir de la cual se puede a empezar a mejorar.
Es también relevante en este análisis la comparativa entre DD y CD. La estrategia DD representaría la idea de que en viticultura para tener calidad hay que limitar de forma importante la producción, vía limitación del crecimiento vegetativo y de aplicar un considerable nivel de restricción hídrica. Utilizando aquí la terminología de calidad no en la obtención de una uva muy selecta para unos vinos de altísima gama, sino en la obtención de una uva que permita la elaboración de vinos de muy buena calidad y que puedan tener un valor comercial superior. CD representaría una estrategia de riego que permite obtener unas uvas que tienen una muy alta valoración económica por la bodega, la misma que las del tratamiento DD. CD presenta similares producciones a las obtenidas en el tratamiento C, pero con una calidad de la uva superior, lo que hace que el valor final de la uva sea también superior (tabla 5).
La principal cuestión de si tiene viabilidad económica hacer una gestión estricta del riego, siguiendo algunos de los criterios analizados en este capítulo, no depende tan solo de los inputs aportados en este análisis. Habrá que valorar por una parte los costos económicos que tiene la implantación del sistema general de gestión y aplicación, y por otra la capacidad o los costos asociados a la bodega y estructura general cuando se pormenoriza la producción. Referente a la parte de implementación, en muchas ocasiones se tendrá que empezar por adaptar los sistemas de riego que permitan la aplicación práctica del agua con el grado de precisión requerida, y seguir con los costos de obtención de información (teledetección, conocimiento del terreno, controles en campo, y todo aquello que la propia estrategia de control demande). Aunque los incrementos (€/ha) que se aportan en la tabla 5 son específicos del lugar donde se realizó la actividad experimental y de las estrategias de riego elegidas, las cifras resultantes sugieren que hay un margen de mejora muy interesante en la gestión del estado hídrico de la viña.
La sostenibilidad hídrica de la viña
El primer y más relevante objetivo de hacer este repaso por diferentes actividades experimentales de riego, mejor dicho del manejo del estado hídrico de la viña, es poner de relieve la importancia que la gestión del estado hídrico de la viña tiene sobre la producción, y muy especialmente sobre la calidad de la uva. No es así de extrañar que podamos encontrar esta variabilidad de tipologías de manejo de la viña en diferentes ambientes. Es lógico pensar que en cada una de ellas se intenta, con el manejo del cultivo (tamaño y forma de las cepas, manejo del suelo, gestión de la carga, etc.), conducir la vid bajo las condiciones hídricas que aseguren una máxima calidad de la uva resultante.
«Una mala gestión del riego puede inducir a graves perjuicios económicos para el productor.»
Con la introducción del riego se dispone de más grados de libertad en la gestión, pudiendo ser menos estrictos en alguno de ellos (volumen de vegetación o restricción de carga productiva, entre otros), ya que el riego ejerce el efecto tampón sobre el estado hídrico. No obstante una mala gestión del riego puede inducir a graves perjuicios económicos para el productor. Un riego en exceso o fuera de contexto puede ser muy negativo, pero es evidente que el disponer de agua adicional para la planta permite algunos cambios en el manejo de la planta y del suelo muy interesantes, que facilitan un aumento de producción sin afectar negativamente a la calidad.
El segundo objetivo se focaliza en ver que la producción de calidad se ajusta a unos parámetros, entre ellos está sin duda el del estado hídrico, y que si se reproducen estos parámetros, aunque sea en lugares diferentes, podríamos esperar calidades de uva similares. Dicho de otra forma, la gran variabilidad de manejos, sistemas, formas de conducción (fig. 1), tienen mucho que ver con las condiciones climáticas de cada zona, y la hipótesis sería que en cada caso se intenta que la viña esté en unas condiciones de estado hídrico que no se alejen mucho de lo que podría ser lo óptimo para la producción de uva. Hablaríamos entonces de una visión de sostenibilidad hídrica de la viña.
Esta visión de sostenibilidad hídrica, con sus múltiples matices, es la que se va a abordar con más profundidad y detalle en los diferentes artículos de este dossier sobre sostenibilidad hídrica de la viña, que pretende aportar una visión holística de una temática que no tan solo tiene una importancia relevante para el mundo de la viticultura, sino también para la humanidad en general. En el informe más reciente del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) (IPCC, 2014) se hace mención a la vulnerabilidad de los sistemas productivos frente al cambio climático. La disponibilidad y gestión de los recursos hídricos son conceptos básicos para afrontar este nuevo paradigma que se nos presenta fruto de los diferentes agentes que inducen este cambio climático. Paradigma que va más allá de un cambio climático porque además coexiste con un incremento notable de la población mundial y a su vez de un cambio considerable de preferencias en el perfil alimentario. Es por todo ello que se requiere una visión amplia de cómo se podría afrontar este cambio global en base a un mejor conocimiento de los factores que se aglutinan en el concepto de sostenibilidad hídrica de la viña.
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