Funcionalidad, eficiencia, operatividad, pero también creatividad, belleza, atractivo comercial. Al diseño que interviene como carta de presentación de un producto, en este caso un vino, se le exigen hoy día muchos requisitos. Más allá de ser la expresión de un contenido, su color o aspecto, los diseños de envases y etiquetas, el envoltorio del vino, son una parte significativa en las decisiones de compra. La percepción, por supuesto, no es la misma en todos los consumidores, y por ello el marketing estudia esos comportamientos para atender a nuevas demandas.
La percepción tampoco es la misma si se trata, por ejemplo, de compradores del Viejo o del Nuevo Mundo. No es casual que la innovación en esta cuestión suele proceder del mercado anglosajón, con Estados Unidos y Reino Unido a la cabeza, o de Latinoamérica, donde el consumidor “acepta” más fácilmente según qué propuestas.
De vinos por copas a tulipas con tapa
En bares y restaurantes de San Francisco y Londres, de Napa y Mendoza… es habitual que los locales de restauración dispongan de vinos por copa, servidos en tiradores de barril, el conocido como wine on tap, que no acaba de llegar a los locales de la vieja Europa vitivinícola.
Para los impulsores, todo son ventajas: sostenibilidad, respeto al medio ambiente, ahorro de espacio, no hay oxidación, ni descorche, y se asegura que no hay pérdida de aromas. El cliente puede elegir entre mayor variedad de vinos… (Véase el Enfoques dedicado a este aspecto.)
Curiosamente, en Europa, se está comercializando otra alternativa al vino en botella; se trata de una solución en porción única, desarrollada por Wine Innovations, que consiste en una “tulipa” de 187 mL, o sea, el equivalente a una copa de vino.
Fabricada en material PET, se cierra con una tapa de aluminio desprendible, es todo cien por cien reciclable y está diseñada para que no se pierda nada de producto.
Pensemos en un recipiente de yogur… También podemos mirar la foto… Aquí el vino se sella utilizando tecnología patentada para mantener la calidad del producto y dar una vida útil de más de un año, según sostiene su fabricante. Se puede encontrar en algunos supermercados de Reino Unido, Alemania y Francia.
Otra propuesta de formato monodosis (tipo yogur, más aún) viene de la mano de Stack Wines. Con el lema de Wine made easy, en Estados Unidos se comercializa vino de California envasado en recipientes individuales de fácil apertura y que permiten ser apilados: un pack de cuatro recipientes que equivaldrían a los 75 mL de una botella.
En ambos casos, cuatro unidades (más o menos la cantidad de una botella) tienen un coste que oscila entre los 9 y los 15 €. ¿Acaso en España o Portugal, por poner dos ejemplos, no encontramos a ese precio un vino embotellado con su corcho y de una calidad más que aceptable?
Pero se trata de otra cosa. El diseño se ha puesto al servicio de la comodidad. ¿Por qué renunciar a una copa de vino en un picnic campestre o en un día de playa? ¿Acaso solo la cerveza puede ser festivalera? Se asegura que es ideal para festivales, eventos deportivos o conciertos al aire libre, en los que reducir los tiempos de servicio también puede ser una ventaja.
Sin duda alguna, el mayor inconveniente, desde el punto de vista de la sostenibilidad, de estas “raciones de vino” con el contenido en origen, es que se trata de un producto de un solo uso, cuyo envase, a pesar de ser reciclable, va a generar más contaminación.
El marketing también importa
En contra de lo que pueda parecer, la idea de presentar el producto vino en envases y formatos alternativos no es nueva.
Fijaros en esta “perla” publicitaria, fechada en 1968 (¡sí, leemos bien, 1968 sic!) que hemos encontrado en un archivo histórico de la región vitivinícola de Mendoza, en Argentina.
En el pie podemos leer: “La lata conserva inalterable el legítimo sabor de Tinto Peñaflor. Llévela cómodamente a cualquier parte porque no ocupa lugar. Además, la lata es hermética, inviolable e irrompible… y no hace falta guardarla una vez usada. Vino Tinto Peñaflor en lata!… qué sabor!”. Sin palabras.
Ni los responsables de marketing ni los fabricantes de envases descubren nada nuevo. Como ocurre siempre, el consumidor tiene la última palabra.
En la línea de potenciar lo que englobaríamos en el concepto de “vino accesible”, en nuestro país encontramos algunas propuestas que reivindican el “vino a granel de toda la vida” sin perder calidad. El granel (o el bag-in-box o el más reciente bag-in-tube) resuelve el factor “preocupación por el medio ambiente”, tan importante hoy para lanzar cualquier producto. Y la calidad es posible mantenerla disponiendo de una buena materia prima y excelentes elaboradores.
Por poner un ejemplo práctico… Daros una vuelta por Democratic Wines: es posible olvidarse del descorche, de las notas de cata… sin renunciar a un vino elaborado por pequeños viticultores y seleccionados por un reputado enólogo. Han apostado fuerte por una tendencia que se basa en la sostenibilidad, el producto de proximidad… Y los de marketing se han encargado de que la conciencia medioambiental sea fiestera y a todo color, con pantones y proclamas como “Wine not?“, “Wine is sexy“, “Stop the snob” o “El vino es la nueva cerveza”.
Porque cambiar el envase no es posible sin cambiar la mentalidad del consumidor.