En el concierto de los países vitivinícolas de América del Sur, Uruguay se identifica por la cepa tannat y su vino intenso y potente, hecho a medida para la carne que produce su generosa pradera. Es una viticultura atlántica ubicada entre 30 y 35º de latitud sur. En un territorio de 177 000 km2 de superficie, rodeado de agua. El océano Atlántico, el río de la Plata y el río Uruguay son los límites geográficos naturales del país y determinan la gran exposición marítima del viñedo y el carácter de los vinos; también el de su gente.
Su ubicación geográfica se manifiesta con un clima templado, temperatura media anual de 18º C,
precipitación de 1000 mm3 y cuatro estaciones bien diferenciadas, con veranos cálidos de días soleados y noches frescas, que definen el ambiente donde maduran sus uvas.
El territorio del país presenta nueve regiones vitícolas, en función de combinaciones de clima y suelo, siendo éste último el factor que presenta mayor variación. Así, se distinguen las siguientes zonas y peculiaridades:
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- la zona sur, de gran influencia marítima y suelos moderadamente profundos de texturas francas, que concentra el 90% de la superficie;
- los litorales suroeste (con la influencia del río de la Plata) y noroeste (con la del río Uruguay), de suelos más profundos con excelente drenaje natural;
- la zona norte y noreste, donde el clima templado es algo más caliente y los suelos tiene texturas livianas;
- el sureste, zona expuesta a la influencia oceánica, de suelos superficiales rocosos; y
- el centro, en la cuenca del río Negro, que configura una zona con suelos que combinan texturas finas, guijarros y un clima especial.
El terroir, esa respuesta del vino a la asociación de factores naturales (clima, suelo y variedad), con la intervención del factor humano, han hecho del tannat el vino emblemático del país. Junto a esta variedad, la más tradicional del viñedo nacional, se cultivan otras de antigua y moderna introducción, como el cabernet sauvignon , el merlot, cabernet franc, chardonny, sauvignon blanc y otras muchas que se expresan solas o combinadas en vinos varietales y de corte.
Diez mil hectáreas de vid, conducida mayoritariamente en espaldera, pero también en lira, constituyen en los meses de verano un paisaje vitícola de cercos verdes con racimos bien distribuidos, que maduran expuestos al sol. En el paisaje de invierno, la cepa alcanza con dos brazos el alambre conductor, mostrando la arquitectura de una planta podada con precisión para el destino de producir vinos de calidad. En todas las etapas vegetativas del ciclo anual de la vid se pone de manifiesto el gran nivel de tecnificación. El viñedo de Uruguay es, en opinión de algunos expertos internacionales, uno de los más tecnificados del mundo.
La producción de vinos (blancos, rosados, tintos y espumosos) es de 90 millones de litros, de los cuales el 3% se exporta. El consumo interno es 33 L por habitante y año, para una población de poco más de 3 millones. El importante nivel de consumo es un indicador inequívoco de que Uruguay es un país con tradición vitivinícola, la cual se sustentó en un territorio y en una sociedad que lo albergó desde que se constituyó en Estado Nacional proceso que se dio entre los años 1825 y 1830.
En el último cuarto del siglo XIX quedaba atrás el Uruguay «pastoril» para dar paso a la modernización. Fueron tiempos en los cuales se sintió con mucha fuerza el impacto de las corrientes inmigratorias. El océano Atlántico, que a veces separa y otras tantas une, trajo a su nueva patria, en el año 1838, al pionero de la vitivinicultura uruguaya Pascual Harriague, de origen vasco francés, y más tarde, en 1860, las primeras cepas de tannat. Es a partir de entonces que comenzó la trayectoria de trabajo tenaz para implantar una variedad que no se cultivaría con éxito hasta 1874. A fines de siglo XIX, su viñedo tenía doscientas cuadras y sus bodegas albergaban el esperado vino tanta, bautizado Harriague. Nacía el primer vino criollo, de color oscuro, tánico y corpulento (cuyo sabor sólo podemos imaginar), que se impuso con verdadera afición entre los uruguayos. Hoy día, se reconoce el vino uruguayo por su sabor y valor de identidad, de ahí que consideremos a Uruguay el país del tannat.
El tannat es, sin duda, el vino con mayor tradición en nuestro país. Es más, se puede decir que es la propia historia vitivinícola del país. Es la historia de la inmigración europea, del intercambio entre sus hábitos y las costumbres uruguayas con las que se encuentran. Así, al igual que con la gastronomía, se fue creando entorno al vino una cultura propia, enriquecida por elementos de ambos lados del Atlántico.
El tannat es la pasión del viticultor, del enólogo y de todos los uruguayos arraigados. Tanto amor se pone en este vino, único e inconfundible, que concentra toda esa energía para deleitar con su color rojo muy oscuro, morado, azul o negro, su olor intenso a fruta, tabaco y cuero, su sabor a taninos maduros, su boca amplia y untuosa, su temperamento fuerte, siempre apacible y afable.
Los vinos tannat tienen un estilo propio, algunos con una reminiscencia de rusticidad que seduce, otros más elegantes que encantan, pero siempre serios y austeros. Diversos pero similares, en una medida que los hace inconfundibles.
En cuanto a su difusión mundial, es un vino restringido a dos viticulturas atlánticas, la del suroeste de Francia (Pirineos atlánticos) y la de Uruguay. Sus características sobresalientes y el éxito del tannat en Uruguay han permitido que hoy, 120 años después de su llegada, se encuentre aún algún descendiente en Brasil, Argentina y Chile.
Son muchos los momentos adecuados para su consumo, aunque lo clásico es que acompañe la parrilla, ya que está hecho a medida para el asado. En ese sorbo a sorbo que ayuda a saborear el vino y la carne hay tiempo para escuchar a quien habla, a expresarse con sensatez y a sentir el Uruguay.
Uruguay vitivinícola
La vitivinicultura es para la población uruguaya una importante fuente de ocupación, una actividad relevante desde el punto de vista económico, ya que representa más del 14% de la producción agrícola nacional y ocupa a 50 000 personas. Una de sus particularidades radica en que destina a consumo interno más del 90% del vino producido anualmente. No obstante, el aumento año tras año de la producción de vinos de calidad, resultante de la aplicación con éxito de planes para mejorar la excelencia de sus viñedos, impulsó a finales del siglo pasado a muchas bodegas productoras de vinos de alta gama a explorar nuevos mercados. No obstante, las dificultades económicas que distintas regiones de América del Sur sufrieron a principios de la década actual arrastraron consigo muchas de las nuevas expectativas creadas en torno a la apertura al mercado del vino uruguayo. El pico de exportaciones alcanzado por este país en el año 2000 entró en un declive. Y sucedía esto a pesar de las numerosas iniciativas de dar a conocer un país que, en opinión de sus expertos, no existe en el panorama de consumo mundial. El objetivo que se plantean los profesionales de la enología uruguaya es llegar a los sentidos del consumidor, seguir destacándose con un producto diferenciado, el tannat, y, sobre todo, vencer las dificultades internas que hacen que sus productos (no sólo vinícolas) raramente alcancen mercados lejanos. En esta línea, es de destacar el trabajo que realizan los profesionales del INAVI (Instituto Nacional de Viticultura), cuyo objetivo fundamental es dotar al sector de la industria vinícola uruguaya de una mayor capacidad competitiva, la Escuela de Viticultura Presidente Tomás Berreta, en la localidad de El Colorado, o la Asociación de Enólogos de Uruguay. Investigadores como Estela de Frutos, autora de este artículo, mantienen colaboraciones con otros países americanos, europeos o con Australia, llevando a cabo trabajos de investigación relacionados con la enología científica. Tal es el caso de la Facultad de Química y la Facultad de Agronomía, ambas en la Universidad de la República, entre otros. Para ampliar información sobre la enología en Uruguay, recomendamos visitar la página País del Tannat. |