Historia
La historia de la vitivinicultura argentina se remonta a la época de la colonización, ya que el cultivo de la vid estaba estrechamente unido con las prácticas agrícolas del colono español. A mediados del siglo XVI, los conquistadores llevaron al Cuzco las primeras plantas de vid, de la especie Vitis vinifera. Desde allí fue conducida a Chile en 1551 y luego introducida a la Argentina por vecinos de Santiago del Estero, seis años después. Desde esta provincia se propagó el cultivo hacia el centro, oeste y noroeste del país.
No existen datos exactos sobre la fecha de implantación de los primeros viñedos en Mendoza y San Juan, aunque algunos historiadores opinan que se realizaron primero en esta última provincia, entre los años 1569 y 1589, por lo que puede decirse que Vitis vinifera llegó a la República Argentina a mediados del siglo XVI.
Los conquistadores y colonizadores no imaginaron que habían puesto la piedra fundamental de una gran industria que con el tiempo transformaría esta región, conocida en aquel entonces por su aridez, las montañas abruptas y la soledad inhóspita en que vivían esos austeros pueblos, en verdes y extensos oasis. Favorecida por óptimas condiciones climáticas y de suelo, la vitivinicultura se fue extendiendo, principalmente, en las provincias andinas.
Al comienzo se producían vinos en volumen reducido, limitado a satisfacer las necesidades de las pequeñas comunidades de la colonia. La elaboración, si bien rudimentaria y en forma doméstica, era un procedimiento generalizado entre los viñateros, quienes llegaron a obtener productos de buena calidad.
A partir de 1853, una serie de hechos auspiciosos, entre los que puede destacarse la pacificación y la organización constitucional del país, la creación de una Quinta Normal de Agricultura (primera Escuela de Agricultura de la República Argentina), permitieron la transformación de la región vinícola más importante del país. Ese impulso inicial se vio fortalecido y dinamizado con la instalación, en 1884, del ferrocarril que vinculaba a Mendoza y San Juan con Buenos Aires, la capital. De allí en más, las provincias cuyanas asumen el papel de proveedoras de productos frutihortícolas y, en especial, de vino para abastecer al mercado nacional y, muy marginalmente, al internacional a través del puerto de Buenos Aires.
El dictado de leyes de aguas y tierras constituyó un factor importante para el desarrollo de la vitivinicultura ya que permitieron la colonización, pero sin lugar a dudas el hecho más decisivo fue el aporte de una gran corriente inmigratoria europea, a fines del siglo XIX y principios del XX, compuesta por hombres conocedores del quehacer vitivinícola, lo que posibilitó un cambio sustancial en el cultivo de la vid y dio un gran impulso a esta industria. Estos inmigrantes trajeron consigo nuevas técnicas de cultivo, otras variedades de vid aptas para la elaboración de vinos de calidad, que encontraron en nuestro país un hábitat ideal para su desarrollo, y la innovación de las prácticas enológicas utilizadas en las bodegas, así como también ciertas denominaciones de sus lugares de origen.
Otro de los hechos que más incidió en la historia de nuestra vitivinicultura es la importancia otorgada a la capacitación y perfeccionamiento de los técnicos que llevaban a cabo la actividad, prueba de ello es la creación de la Bodega de la Escuela de Enología de la Quinta Agronómica, ciudad de Mendoza, que comienza a funcionar a principios de 1900 y lo que hasta entonces se había desarrollado al impulso de la voluntad y la experiencia, se convierte a partir de ese momento en un movimiento basado en la ciencia y el estudio. Por ello, se lo considera un verdadero hito que marca el antes y el después de la cultura vitivinícola, ya que, de una etapa caracterizada por el trabajo fecundo, se pasa a otra cuyo distintivo predominante es la práctica metodológica de los fundamentos científicos y técnicos de la Enología.
Generalidades
La República Argentina, ubicada en el extremo sur de América, posee una extensa superficie territorial de 2766889 km2 y un relieve muy variado. Tiene como límite occidental la cordillera de los Andes, que en Argentina alcanza las mayores altitudes del continente. El cerro Aconcagua, ubicado en la provincia de Mendoza, es el pico más alto de América (6959 m).
La zona dedicada a la vitivinicultura, constituye una extensa franja con pendiente variable, ubicada al oeste del país, al pie del macizo andino, desde los 22º de latitud sur, hasta aproximadamente los 40º de latitud sur. Esta gran amplitud en latitud norte-sur, combinada con la topografía de los numerosos valles andinos incluidos en la misma, condicionan grandes variaciones ecológicas que posibilitan la clasificación de regiones vitícolas bien demarcadas.
Esta diversidad de condiciones climáticas, permite el cultivo en cada región de las variedades que resultan más adecuadas, por sus exigencias y características, desde el punto de vista climático y enológico. En la mayor parte de la franja señalada, las altitudes son variables entre los 500 y los 1500 metros sobre el nivel del mar.
La cordillera de los Andes influencia de manera decisiva el clima de buena parte del territorio argentino y principalmente de su zona vitivinícola. El cordón montañoso, por causa de su altura, determina que las masas de aire húmedo provenientes del océano Pacífico descarguen su humedad sobre territorio chileno y en el caso que puedan superar la barrera y penetrar en nuestro país, el aire es seco y caliente, como es el caso del viento Zonda.
Los frentes húmedos que se desplazan desde el océano Atlántico arriban esporádicamente hasta el piedemonte andino. En general, las precipitaciones se producen principalmente en el litoral del país, alcanzando hasta las laderas orientales de las sierras de las provincias centrales y del noroeste.
Por consecuencia, el clima de la zona vitivinícola es, en general, de carácter continental, semidesértico con estación invernal seca, templado o templado frío, con precipitaciones en el período estival, que varían entre 100 y 300 mm anuales, pudiendo alcanzar, en algunos lugares, los 400 mm de lluvia al año. Sin embargo, las precipitaciones níveas invernales en la Cordillera son importantes como reserva de agua.
La humedad relativa es baja, lo que sumado a la escasa precipitación, constituye una condición excepcional para la calidad y el estado sanitario de las uvas, evitando el desarrollo de enfermedades criptogámicas, por lo que los productos vitivinícolas argentinos son prácticamente naturales y libres de residuos de pesticidas.
Las temperaturas apropiadas y una gran heliofanía durante todo el año permiten que las distintas variedades de vid cultivadas puedan completar perfectamente su ciclo vegetativo, alcanzando la madurez industrial y niveles de calidad óptimos.
Dado que la vid es una especie criófila, las temperaturas invernales bajo cero resultan muy convenientes para su reposo vegetativo. La ocurrencia de heladas tardías o tempranas es un factor climático limitante en determinadas regiones. Otro factor adverso a la vitivinicultura lo constituyen las tormentas de granizo, que en algunas localidades producen la pérdida de buena parte de las cosechas.
Los suelos, en general, son de gran aptitud para el cultivo de la vid y debido a la extensión de la zona vitivinícola argentina, presentan diversas características, desde arenosos a arcillosos, con predominio de los suelos sueltos y profundos.
Edafológicamente jóvenes, de origen aluvional (aluvial coluvial), formados por el arrastre de material por el agua de los ríos, por la acción del viento y por los derrubios coluviales de las formaciones montañosas. Son suelos de reacción alcalina, ricos en calcio y potasio y pobres en materia orgánica, nitrógeno total y fósforo.
Las escasas precipitaciones obligan necesariamente a una agricultura bajo regadío. Los viñedos se desarrollan irrigados por una compleja red de canales que distribuyen el agua proveniente de los deshielos cordilleranos que forman ríos de régimen irregular, cuyas crecidas estivales son captadas y almacenadas por medio de embalses y otras obras hidráulicas.
Al aprovechamiento del agua superficial debe añadirse la captación de agua subterránea. La irrigación artificial permite que la provisión de agua al viñedo pueda efectuarse en los volúmenes y épocas más apropiadas, conforme al estado vegetativo de las vides y a la calidad que se busca obtener. El riego se realiza por diversos sistemas: por surcos, a manto, por goteo y por aspersión.
La zona vitícola argentina puede ser dividida en tres regiones bien diferenciadas por sus características ecológicas netamente definidas y la diversidad de sus suelos: la Noroeste, la Centro Oeste y la Sur.
Región Centro-Oeste
Representa el 91,19% de la superficie con viñedos del país. Se extiende desde los 29,5º a los 36º de latitud sur. El cultivo de la vid en esta región se realiza a altitudes que superan los 500 metros sobre el nivel del mar. En ella se pueden distinguir dos subregiones: Mendoza y San Juan, con características bien diferenciadas.
Mendoza
Tierra del buen sol y del buen vino, como suele llamársela, es el centro vitivinícola más importante del país. Además, la vitivinicultura constituye una de las principales actividades económicas de la provincia. En la actualidad hay 16430 viñedos que representan el 69,39% del total del país. En las últimas décadas ha alcanzado un alto grado de desarrollo, puesto de manifiesto en el mejoramiento de los cepajes y en el perfeccionamiento tecnológico.
Las áreas cultivadas con viñedos se encuentran, a modo de oasis, próximas a los ríos de montaña más importantes, los que proveen el agua necesaria para la irrigación de los cultivos. También se hace utilización de agua subterránea obtenida mediante numerosas perforaciones. Las heladas y el granizo son dos factores adversos que con frecuencia ocasionan pérdidas en las cosechas, en algunos casos de importancia.
Los suelos, en general, son muy aptos para el cultivo de la vid, francos a franco arcillosos, con bastante material grueso (grava y canto rodado). Tienen muy buena permeabilidad y son pobres en materia orgánica y sin problemas de salinidad, en las zonas altas y de origen eólico, textura franco arenosa y areno limosa y ricos en potasio en el este.
Predominan las variedades tintas como malbec, emblemática de la argentina, bonarda, cabernet sauvignon, syrah, merlot, tempranillo y pinot negro, entre otras, con las que se elaboran vinos de alta calidad. Entre las blancas se destacan la variedad chardonnay, pedro jiménez, sauvignon, chenin, torrontés riojano, ugni blanc y semillón. Las variedades rosadas como criolla Grande, Cereza y Moscatel Rosado se destinan principalmente a la elaboración de mosto concentrado.
El sistema de conducción es la espaldera alta y el parral y se encuentra en franca implementación el sistema de indicaciones geográficas.
Se distinguen las siguientes áreas: Norte, Centro, Este, Valle de Uco y Sur. La primera representa el 9,87% del total de la superficie vitícola de la provincia y comprende los viñedos de los departamentos Lavalle y Las Heras, irrigadas con aguas del río Mendoza.
El área Centro, de condiciones ecológicas excelentes para la vitivinicultura corresponde a la históricamente conocida «Primera Zona», muy prestigiada por la calidad de sus vinos. Comprende los departamentos Luján de Cuyo, Maipú, Guaymallén y Godoy Cruz y representa el 16,70% de la superficie vitícola de Mendoza. El clima templado, variando de templado frío a templado cálido, según se avanza de sur a norte, permite la óptima maduración de las uvas.
La irrigación se realiza con aguas del río Mendoza. En el departamento Luján de Cuyo, la vid se cultiva en el piedemonte de los cordones montañosos, a más de 850 m sobre el nivel del mar. Predominan las variedades de alta calidad como Malbec, que en estas condiciones agro climáticas experimenta una exaltación de sus características enológicas dando origen a vinos de gran singularidad y calidad; cabernet sauvignon, bonarda, chenin, merlot, chardonnay, syrah, ugni blanc, sauvignonasse, entre otras.
Actualmente se encuentra funcionando la Denominación de Origen Luján de Cuyo.
El área Este abarca los departamentos San Martín, Rivadavia, Junín, Santa Rosa y La Paz. Es la mayor productora de la provincia, con el 48,07% de su superficie vitícola. Está principalmente irrigada por el curso inferior del río Tunuyán y por el río Mendoza, completándose la demanda hídrica por agua subterránea captada por bombeo.
El valle de Uco se ubica al sudoeste de la ciudad de Mendoza. Es un valle formado por la cordillera frontal y la región de las Huayquerías. Comprende el valle del mismo nombre y abarca los territorios cultivados de los departamentos Tunuyán, Tupungato y San Carlos.
La altitud varía desde los 900 m sobre el nivel del mar en la ciudad de Tunuyán hasta los 1250 m en Tupungato. La superficie con viñedos se ha incrementado y representa el 10,03% del total de la provincia de Mendoza. Los terrenos cultivados con viñedos son irrigados por los ríos Tunuyán y Tupungato. Los inviernos son rigurosos y los veranos con días templados o cálidos y noches frescas. La amplitud térmica diaria es de unos 15º C, lo que favorece una muy buena producción de color y taninos en las uvas y permite disponer de materia prima adecuada para obtener vinos destinados a una crianza prolongada.
Mención especial merece la notable calidad de los vinos tintos, principalmente de malbec, y blancos de la variedad semillón, el más abundante en el valle, donde manifiesta al máximo sus excelentes cualidades.
El Área Sur comprende los viñedos de los departamentos San Rafael y General Alvear. Este oasis, irrigado por los ríos Atuel y Diamante, se ubica al pie de la cordillera principal. Representa el 15,34% de los viñedos de la provincia de Mendoza. Los productores del sur mendocino han constituido la Denominación de Origen Controlada San Rafael.
San Juan
La vitivinicultura se desarrolla principalmente en el Valle del Tulum y, en menor proporción, en los valles de Zonda y Ullum, ubicados entre la Cordillera de los Andes y la Sierra de Pie de Palo, a ambos lados del río San Juan, a 780m sobre el nivel del mar. También se cultiva la vid en otros valles cordilleranos más altos y, en consecuencia, más frescos, como Calingasta (a 1350 m sobre el nivel del mar), Jáchal (a 1165 m sobre el nivel del mar), Pedernal (a 1330 m sobre el nivel del mar) e Iglesia. El valle del Tulum se extiende en el sentido norte sur, en la parte centro meridional de la provincia, Ullum y Zonda son dos pequeños valles vecinos al anterior. La altitud sobre el nivel del mar es de 630 m.
El clima es cálido, de gran estabilidad. Las lluvias son escasas. Predominan vientos suaves y en primavera suele soplar el viento Zonda, muy seco y caliente, que en época de floración o cuaje suele producir serios daños en los viñedos, no sólo por la elevada temperatura que puede alcanzar el aire, sino por los bajos índices de humedad que se registran simultáneamente. La incidencia del granizo es mucho menor que en la provincia de Mendoza. Los suelos situados en la margen izquierda del río son pedregosos y en parte cubiertos de arcilla y arena, adecuados al cultivo de la vid. Los ubicados sobre la margen derecha son de gran fertilidad, en general arenosos, arcillosos y poco profundos.
El agua de irrigación es principalmente aportada por el río San Juan y en menor proporción por el río Jáchal y también por captación de aguas subterráneas mediante perforaciones. Predominan las variedades blancas y rosadas, con un incremento de la plantación de viñedos de variedades tintas como consecuencia del proceso de reconversión operado en los últimos años.
Áreas vitivinícolas de la provincia de San Juan
La variedad predominante es la Cereza, uva rosada de múltiple propósito que se destina a elaboración de jugos concentrados y de vinos, generalmente vinificada en blanco, y también para el consumo en fresco y la elaboración de pasas. Le siguen en importancia en superficie las variedades moscatel de Alejandría, pedro jiménez, torrontés sanjuanino y torrontés riojano, entre las blancas. Entre las variedades tintas se pueden mencionar syrah, cabernet sauvignon, bonarda y malbec.
En los últimos años los productores sanjuaninos han realizado marcados progresos en el rumbo cualitativo tomado por la vitivinicultura del país, mejorando el encepado con vides de alta calidad enológica. El principal sistema de conducción es el parral. También se ha mejorado y tecnificado el manejo del cultivo.
Al igual que en el resto de las regiones, la incorporación de tecnología en las bodegas permite elaborar vinos de muy buena calidad.
También se ha intensificado la diversificación de los usos de la uva, con la implantación de variedades de mesa de alta calidad como superior seedless, italia, red globe, alfonso lavallée, cardinal, flame seedless y black seedless, entre otras. San Juan es la principal productora de uva de mesa del país, con excelentes perspectivas y competitividad en el mercado internacional.
La brisa suave predominante y las ondulaciones del terreno permiten disponer de excelentes condiciones para la desecación natural de uvas con destino a la elaboración de pasas. Es la zona más apta del país para este tipo de producción.
Región Noroeste
Comprende parte de las provincias de Salta, Catamarca y La Rioja y el noroeste de Tucumán. Pese a la gran amplitud latitudinal que presenta esta región, entre los 22º y 29º de latitud sur, representa sólo el 5,82% de la superficie de viñedos del país ya que el cultivo se concentra en valles cordilleranos que reúnen las condiciones de irrigación y altitud requeridas, tales como Cafayate en Salta, Andalgalá y Tinogasta, en la provincia de Catamarca y Chilecito, en La Rioja. La altitud oscila entre 1000 y 2000 metros sobre el nivel del mar. Siguiendo la dirección norte-sur, cabe mencionar, por su importancia, los siguientes valles:
Valles calchaquíes
Es quizás el área geográfica más afamada y más importante de la región noroeste. Se denomina así al conjunto de valles profundos, a mucha altitud, que forman las cadenas montañosas al oeste de Salta, comprendiendo también el noroeste de Tucumán y el norte de Catamarca. Abarca: Cachi, Molinos, San Carlos y Cafayate, en la provincia de Salta, la localidad de Amaicha del Valle, en Tucumán y Santa María, en Catamarca. El clima es templado, con notables amplitudes térmicas y extraordinaria diafanidad atmosférica. Los veranos son largos. Ocasionalmente tienen lugar heladas tardías en primavera, si bien el período libre de heladas es amplio, abarcando desde el mes de octubre hasta abril. Son frecuentes las granizadas localizadas, durante las tormentas de verano. Los suelos son generalmente franco arenosos o arenosos con elevada proporción de arena fina. El perfil del suelo es profundo, con subsuelo algo pedregoso, que asegura una excelente permeabilidad y la lixiviación de sales. El agua de irrigación proviene principalmente de los ríos Calchaquí y Santa María y de numerosos cursos de agua, afluentes de esos colectores. También se capta agua del subsuelo mediante perforaciones.
La variedad más cultivada es el Torrontés Riojano que por su aroma y sabor característico produce un vino de gran tipicidad. También se destacan el cabernet sauvignon, malbec, tannat, syrah, bonarda y merlot. El sistema de conducción predominante es el parral y le siguen en importancia la espaldera, baja y alta.
En esta área vitivinícola se destaca Cafayate como el principal centro productor, seguido en importancia por San Carlos, en la provincia de Salta, y Santa María, en la provincia de Catamarca.
Valles de la Provincia de Catamarca
El relieve es muy montañoso y su clima depende, en consecuencia, de la altitud. Los suelos son bastante homogéneos, profundos, francos o limo arenosos, calcáreos y pobres en materia orgánica. Las temperaturas estivales son elevadas, con precipitaciones anuales inferiores a 200 mm, distribuidas principalmente en el verano.
En el área occidental, el departamento Tinogasta tiene prácticamente el 67,34% de la superficie vitícola de la provincia, dedicándose a la producción de uvas para consumo en fresco, elaboración de pasas y para vinificar, con las que se elaboran, principalmente, vinos regionales.
Las variedades predominantes son las rosadas, entre las que se destaca la Cereza. En las tintas cabe mencionar el syrah y entre las blancas, el torrontés riojano. El sistema de conducción predominante es el parral, utilizándose también la espaldera baja y alta si bien, en menor proporción. En los últimos años se han incorporado nuevas técnicas de cultivo y también tecnología en la parte industrial.
La Rioja
La vitivinicultura riojana está principalmente concentrada en pequeños valles irrigados, ubicados al oeste de la provincia, entre las sierras de Velasco por el este y la sierra de Famatina por el oeste. En la ladera oriental de la sierra de Velasco, las precipitaciones superan los 300 mm. A causa de la variada topografía, existen diferencias térmicas notables entre los valles del oeste y la planicie, con registros en general elevados en verano.
Los suelos, de tipo aluvional, presentan textura más gruesa en la meseta y más fina en valles y planicies. Son profundos, sueltos, bastante permeables, de buena fertilidad, francos a franco arenosos o franco limosos y raramente salitrosos. La Rioja es la más importante área de producción de la región Noroeste, ya que tiene una superficie de 8046 ha que representa el 65,14% de la misma.
El encepado está constituido principalmente por variedades blancas, entre las que podemos mencionar al Torrontés Riojano, que es el cepaje característico de la región. Entre las variedades tintas se destaca el cabernet sauvignon. Para consumo en fresco se producen las variedades red globe, cardinal y emperador, entre otras, y para pasas sultanina blanca y arizul.
El departamento Chilecito tiene la mayor superficie con viñedos de la provincia, representando el 78,37% de ésta. Le sigue el departamento Coronel Felipe Varela y en mucha menor importancia podemos citar a Famatina, Castro Barros, Arauco, General Sarmiento y San Blas de los Sauces. El sistema de conducción predominante es el parral. Dadas las características del clima, seco y luminoso, y las variedades cultivadas, se producen vinos regionales, predominantemente blancos.
La tipicidad del torrontés riojano goza hoy de reconocimiento y aprecio a nivel internacional. En la actualidad se hallan constituidas diversas indicaciones geográficas y la Denominación de Origen Valles de Famatina del Torrontés Riojano.
Región Sur
Es la más austral de todas las regiones vitivinícolas argentinas y la que está ubicada a menor altitud. Comprende áreas bien delimitadas de las provincias de La Pampa, Neuquen, Río Negro y Chubut, donde la viticultura se asienta principalmente en las márgenes de los ríos Negro y Colorado. Cuenta con una superficie de 3902 ha y representa el 1,85% con respecto al total del país. Los días son templados y luminosos y las noches frescas, con una apreciable amplitud térmica. El principal factor limitante para el cultivo de la vid son las heladas tardías y tempranas, que perjudican especialmente a las variedades de ciclo vegetativo largo.
Desde el punto de vista edáfico los suelos son coluviales y aluviales, de textura mediana a gruesa, aptos para el cultivo de la vid. En los últimos años, y gracias a las óptimas condiciones agro ecológicas y la excelente calidad de los vinos que en ella se elaboran, se han realizado importantes inversiones en bodegas y viñedos. Esta región ha cobrado impulso por nuevos emprendimientos en la zona norte de la provincia de Neuquén y Chubut, bajo la Indicación Geográfica Patagonia, entre otras.
En esta región predominan las variedades tintas de vinificar, entre las que se destacan merlot, malbec, syrah y pinot negro. Siguen en importancia las variedades blancas como el torrontés mendocino, pedro jiménez, torrontés riojano y torrontés sanjuanino, entre otras. En esta región se pueden delimitar áreas bien diferenciadas como el Alto Valle y el Valle Medio del Río Negro, San Patricio del Chañar en Neuquén y el Hoyo de Epuyén en Chubut. En su mayoría son pequeñas áreas de gran potencialidad para la vitivinicultura de calidad.
La vitivinicultura argentina en cifras
En los últimos quince años, la vitivinicultura en Argentina ha tenido una profunda transformación cualitativa tendiente a alcanzar un notable mejoramiento de competitividad.
Reconversión varietal de los viñedos
Según los datos de los dos últimos censos de 1979 y 1990, la superficie con viñedos ha disminuido en 105.984 ha, lo que significa un 33,50% menos. En el período 1990-2000 se redujeron otras 9.258 hectáreas, es decir, 4,40% más. Durante el año 2003 la superficie ha mostrado un leve crecimiento del 4,68% con respecto al año 2000 y en cantidad de viñedos del 3,63%. Se erradicaron variedades de poca calidad enológica e implantado otras de reconocida calidad y aceptación en el mercado internacional.
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Las cifras muestran un importante crecimiento de la superficie con variedades tintas, de 39046 ha entre los años 1990 (V Censo Vitícola Nacional) y 2003, principalmente malbec, bonarda, cabernet sauvignon, syrah, merlot y tempranillo, entre otras, las que se plantaron en las zonas más aptas para elaborar vinos de excelente calidad.
Con respecto a las variedades blancas, entre los años 1990 y 2000, se ha producido un aumento del 38,76%. No obstante, desde el 2000 al año 2003 se observa una disminución del 4,74%. Las variedades blancas que han alcanzado un mayor crecimiento en superficie son chardonnay y sauvignon.
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Elaboración de vinos y mostos
Consecuentemente a la reducción de la superficie la producción de vinos también ha disminuido. Históricamente, 1987 fue uno de los años en que se alcanzó una mayor elaboración, con 26 millones de hectolitros. En la cosecha 2004, se descubaron solamente 15464.289 hectolitros.
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La disminución de la producción de vinos se debe no sólo a los cambios cualitativos mencionados anteriormente sino también a la importancia que ha adquirido la industria del mosto, que en los últimos años ha crecido por la apertura de mercados externos y, a partir del año 1995, como resultado del Acuerdo entre los gobiernos de las dos principales provincias productoras, Mendoza y San Juan, cada año fijan un porcentaje mínimo de uvas que se destinan a la producción de mostos, con el objeto de promover la diversificación vitivinícola y evitar los excedentes vínicos.
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Actualmente, pese a la caída del consumo, la reducción de la elaboración permite una situación de equilibrio que aleja la preocupación por los excedentes vínicos que generaron históricamente muchas crisis vitivinícolas e influyeron negativamente en el precio del vino.
El mosto concentrado ha constituido una importante salida económica para el sector, siendo los principales mercados, en el año 2003, Estados Unidos (40,46%), Japón (10,61%), Canadá (9,71%), Sudáfrica (8,38%) y Rusia (7,02%), entre otros países.
Consumo
Las modificaciones en superficie y variedades plantadas también deben comprenderse dentro del contexto de cambios acaecidos en el consumo, tanto a escala mundial como nacional, reducción y preferencia por vinos de mayor calidad y que determinaron una adecuación de la oferta a la demanda de vinos de calidad, debiendo las empresas adaptar la elaboración a la misma, con la tecnificación adecuada y el objetivo de mejorar la inserción en el mercado exterior.
Argentina, no obstante la disminución de los últimos años, es un importante consumidor con un promedio anual de 12 millones de hectolitros en los últimos 5 años.
Si bien el consumo por habitante alcanzó el máximo en el año 1970 con 97,79 litros, en el 2003 fue de 33,68 litros por habitante.
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En cuanto a las preferencias del consumidor en el mercado interno, se observa un cambio hacia los vinos de color que de un 40% en el año 1996 llegó al 61% del total del consumo en el 2003. Los vinos blancos, en cambio, pasaron del 60% del despacho en 1996 al 38,91% en el año 2003.
Exportación de productos vitivinícolas
Las exportaciones de vinos en los últimos años han sido fluctuantes y disminuyeron a partir de 1999 en un 19% con relación a 1998. Desde 1995 hasta el año 1999 las exportaciones argentinas fueron, en promedio, de 1000000 de hectolitros. El país había logrado posicionarse en el mercado exterior con vinos fraccionados de muy buena relación calidad-precio.
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Entre los años 1999 a 2001, se exportó un volumen promedio de 800000 hectolitros anuales y en el año 2003 las exportaciones se incrementaron un 50% en volumen y un 32% en valor FOB, con 1852260 hl y 169.150.000 dólares estadounidenses. El 52,21% de las ventas fue a granel, con un crecimiento del 42,02% y el 47,79% fraccionado, con un aumento del 59,94% con relación al año 2002.
En el período enero-octubre 2004 se aprecia una disminución en volumen del 22,36% con respecto a 2003, no obstante, el Valor FOB se ha incrementado un 34,44%.
En el año 2003, la exportación de vinos con indicación varietal fue de 673902 hectolitros por un valor de 120560225 dólares estadounidenses, teniendo como principales mercados a Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Dinamarca, Brasil y Países Bajos, entre otros países. El 73,81% de los volúmenes comercializados fue fraccionado y el 26,19% granel. El 71,72% correspondió a vinos de color y el 28,28% a vinos blancos. Los precios pagados por litro en las ventas a granel fueron, en promedio, de 0,54 centavos de dólar por litro y de 3,44 dólares para los vinos fraccionados.
Los envíos al exterior de vinos sin mención varietal alcanzaron en el año 2003 a 1.153.534 hectolitros y 43.146.568 dólares estadounidenses. Correspondiendo el 66,64% a envíos a granel y el 33,36% a vinos fraccionados. Tuvieron como principales compradores a Estados Unidos, Paraguay, Rusia, Sudáfrica y Angola, entre otros países. El 30,76% de estos despachos corresponden a vinos blancos y el 69,24% a color. En cuanto a los precios de exportación se puede decir que los mismos han mostrado para las ventas a granel un valor promedio de 0,29 centavos de dólar y para los vinos envasados de 2,39 dólares.
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Durante enero-octubre 2004, siempre para vinos varietales, se han comercializado 534.696 hectolitros lo que muestra una disminución del 5,97% con respecto a igual período del año 2003, pero en cuanto a los dólares ingresados por estas ventas se produjo un aumento del 38,16%. Los vinos más demandados son: malbec, cabernet sauvignon, chardonnay y merlot.
El acumulado enero-octubre 2004 para los vinos sin identificación varietal muestra una disminución en volumen del 41,07% y un incremento del 27,27% en los dólares obtenidos por la venta de estos productos, siempre comparado con igual período 2003. Incide en estas cifras el no haberse registrado en el período, ventas de grandes volúmenes de vino a granel a bajo precio.
En el año 2003 se vendieron al exterior 15.470 hectolitros de vinos espumosos por un valor de 4969000 dólares. Los principales mercados son Estados Unidos que representa el 37% del volumen exportado, Reino Unido, Brasil, Uruguay y Nueva Zelanda.
Conclusión
La vitivinicultura ha mostrado en los últimos años una transformación adecuada para consolidar una producción de calidad. Esta mejora va acompañada de la implementación del sistema de indicaciones geográficas y denominación de origen controlada que permitirá la diferenciación de los productos y un incremento en el valor agregado.
En el marco del Grupo Mundial de Comercio del Vino, Argentina termina de ratificar el Acuerdo de Aceptación Mutua de Prácticas Enológicas con un decisivo efecto en la facilitación de los intercambios comerciales con los demás países signatarios y actualmente se está trabajando en un Acuerdo de Etiquetado. También se debe mencionar el proceso de negociación que en materia vitivinícola se está llevando adelante con la Unión Europea como Estado Parte del MERCOSUR, con el objeto de facilitar y promover el comercio de vinos. Fortalecer las exportaciones aumentando los volúmenes exportados y consolidar los mercados adecuando la producción a los requerimientos de los mismos, como están haciendo otros países vitivinícolas, resulta un objetivo trascendente para la industria.
Para afianzar aún más el posicionamiento del vino argentino, tanto en el mercado interno como externo, se está trabajando en el diseño de un Plan Estratégico Vitivinícola que, entre otras acciones, encarará campañas conjuntas de promoción de los vinos, investigaciones y el incremento de las exportaciones y según el cual una industria competitiva y sostenible se logrará con el aporte de los industriales, el Estado y los organismos científicos y técnicos. Finalmente, el proceso exportador se facilita con la presencia y el respaldo de un Organismo de control de la genuinidad y aptitud para el consumo objetivos específicos del Instituto Nacional de Vitivinicultura.
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Más información: www.inv.gov.ar
Más información en ACENOLOGIA: Dossier Vitivinicultura del cono sur
Colaboración: Se agradece la valiosa colaboración del Lic. V. Pulvirenti en la realización del presente trabajo.
Fotos: Augusto Foix y Daniel Serio.