Cuando hablamos de la mejora genética de la vid, hemos de referirnos a los siguientes tópicos: hibridación, mutación y selección, y en los últimos años, el concerniente a la ingeniería genética (cultivo in vitro, transgenia, etc.). De todos ellos el más «tradicional», o hasta podríamos conceptuarlo como «conservacionista», es el relativo a la selección, ya que manteniendo las características genéticas de la planta en relación a la variedad, se consigue −en bastantes ocasiones− encontrar individuos capaces de hacer frente a una determinada circunstancia (problemas medio ambientales, parásitos, características organolépticas y fisicoquímicas, etc.). Sin embargo, en cualquiera de los otros casos, la finalidad principal es la creación de nuevos individuos (nuevos cultivares), en los que se altera el genoma correspondiente a la variedad objeto del trabajo. En este contexto, hay que señalar que tanto los programas de cruzamientos, como los relativos a mutagénesis, o aquellos en los que se utiliza la ingeniería genética, tienen una mayor aplicación en la uva de mesa y en los portainjertos, ya que así como en la uva para transformación existe una situación, en general, de conservación del acervo varietal generador de vinos con personalidad mantenida (tipicidad) a lo largo de los años, en el caso de los cultivares de uva de mesa se busca la originalidad (apirenia, color y tamaño de la baya, sabor, etc.), o en lo tocante a patrones se trata de producir individuos que sirvan para solucionar diferentes problemas relacionados con el ecosistema, inductores de mayor o menor vigor, etc.
Centrándonos en la selección, la figura 1 presenta un esquema cronológico del proceso.
Desde siempre se han venido eligiendo aquellas cepas que se comportaban mejor; primero teniendo en cuenta únicamente la bondad del o los individuos escogidos dentro de variedades población, pasando por la elección varietal, y posteriormente selección dentro de la misma variedad (selección clonal).
Estas actuaciones se venían desarrollando, básicamente, según parámetros de producción y calidad sin considerar factores de índole sanitario (particularmente virosis), algo que hoy en día se ha introducido en estos procesos; de forma que los trabajos de selección actuales contemplan no solo la idoneidad varietal, adaptación al medio, etc., sino que se tiene en cuenta la sanidad, es decir la presencia de determinados parásitos más o menos insidiosos para la planta.
¿Cuál es la forma de llevar a cabo estos trabajos? Resumidamente, la metodología sería:
- Preselección (prospección) clonal:
– identidad varietal
– características agronómicas
– cualificación sanitaria - Selección sanitaria:
– diagnóstico frente a las virosis: entrenudo corto infeccioso (GFLV), enrollado (GLRaV), jaspeado (GFkV), complejo de la madera rizada (RWC) - Selección clonal (en sentido estricto):
– evaluación agronómica
– «organoléptica» (esencialmente para uva de mesa)
– «enológica»
Los objetivos 1 y 3 se establecen de acuerdo con las singularidades de la variedad, y los parámetros que el seleccionador considere oportunos. A este respecto, hemos de señalar que en la última reunión de GESEVID (Grupo Español de SEleccionadores de VID) (noviembre, 2000), se acordó la utilización del modelo elaborado por el CIFA de Jerez de la Frontera, donde se recogen los controles a llevar a cabo (figuras 2 y 3).
Por lo que respecta al objetivo 2, su realización conlleva el cumplimiento de una normativa legal establecida en el Reglamento Técnico de Control y Certificación de Plantas de Vid (BOE, 1 de julio de 1986), en consonancia con las Directivas Europeas 68/193, 74/649 y 77/129, donde se contempla que el material vegetal vitícola objeto de comercialización (planta certificada) ha de cumplir una serie de requisitos en cuanto a calidad varietal y sanitaria, que particularizando y referido a virosis se consideran:
– Entrenudo corto infeccioso
– Enrollado
– Jaspeado
Todo el proceso de certificación se recoge en el esquema de la figura 4. Incidiendo en el tema de virosis hemos de reconocer que la situación legal actualmente en vigencia, conlleva una serie de riesgos reales en relación a la planta certificada, ya que no se contempla la necesidad de que dicha categoría de planta este exenta del ya citado complejo de la madera rizada, tema harto preocupante que está acarreando graves problemas en viñas y parrales.
También es cierto, que si pretendiéramos ser puristas en cuanto a la presencia de virosis en la planta certificada, habría que desarrollar los protocolos de diagnóstico de tal forma que se analizara la presencia no sólo de las virosis «legales», sino de otras que potencialmente pueden ser peligrosas, lo cual llevaría a unos planteamientos en el sector viverista que en muchas ocasiones serían imposibles de cumplir.
Discusión
en la actualidad nos encontramos ante una situación en la que el viticultor puede adquirir el material vegetal que desee, con garantía varietal y sanitaria (aunque algunos cultivares aún no están en los viveros, por el momento, con dicha salvaguardia). Pero, ¿hasta que punto hay que ser exigentes en la calidad del citado material vegetal?; ¿deben considerarse siempre las virosis como elementos indeseables?. A este respecto, hay que incidir en la necesidad de ser estrictos y atenerse a la ley en relación a la comercialización de la planta realizada por el vivero, ya que en caso contrario la posibilidad de “equivocaciones” puede ser bastante grande; aunque también es cierto, a nuestro juicio, que son bastantes los casos en que venimos observando desde hace años, en diferentes cepas de distintos cultivares y diversos ecosistemas, que a pesar de haberse comprobado la presencia de un determinado virus, su potencial de producción y calidad no se ha visto disminuido; ¿qué quiere decir esto?, o mejor dicho, ¿como podemos interpretar y sacar conclusiones de estas realidades?.
Nuestro punto de vista, a fuer de ser tildados de apóstatas por algunos colegas en relación al segundo apartado propuesto a continuación, lo podemos resumir en:
- Continuar y potenciar los programas de selección clonal-sanitaria, de forma y manera que se pueda disponer de un elenco lo más amplio posible de viníferas ( y por supuesto de patrones ), que satisfagan todos los requisitos genéticos y sanitarios establecidos en la legislación vigente.
- Mediante el control adecuado, por parte de los organismos de control, admitir como válido cierto material vegetal cultivado en determinadas ecologías, que aún estando infectado por alguna afección de tipo virótico tenga una buena respuesta en cuanto a producción y calidad. Está claro que esta situación puede ser bastante comprometida en algunos casos, ya que precisaría de un seguimiento muy estricto de posibles contaminaciones por virosis debido a un mal uso del material vegetal, o por la posible presencia de vectores capaces de efectuar la transmisión de aquellas. Por lo que está claro, que únicamente en situaciones muy particulares podría considerarse tal posibilidad; recreando, o tal vez manteniendo, el denostado material estándar, pero con una serie de connotaciones muy precisas.
- En relación con el punto anterior, sería necesario establecer protocolos de regeneración de las plantas viróticas, y la consiguiente evaluación agronómica y enológica (en su caso).
Como colofón, quisiéramos incidir en dos aspectos:
- la necesidad de trabajar en la mejora del material vegetal vitícola dedicado a vinificación, fundamentalmente bajo el prisma de la selección clonal-sanitaria, que aun siendo muy laboriosa, y no siempre satisfactoria, nos permite poder llegar a disponer de plantas de calidad.
- y el aviso para navegantes correspondiente a dónde adquirir la planta certificada, puesto que no son pocos los sobresaltos de los que hemos sido testigos, en los que al poco tiempo de estar la planta en el campo, aparecen síntomas de madera rizada, virosis que como ya hemos dicho no está considerada en la legislación vigente, pero cuya presencia ocasiona graves daños, por lo que conviene asegurarse bien del «pedigrí» del vivero.