El Dr. M. Andrew Walker, genetista y profesor del Departamento de Viticultura y Enología de la prestigiosa Universidad de California en Davis, dirige uno de los más destacados laboratorios en el mundo especializado en el estudio de la genética aplicada a las principales enfermedades que afectan a la vid.
¿Cómo ha evolucionado el conocimiento de la vid en los últimos años y qué papel tiene el uso de las técnicas moleculares?
La secuenciación de dos formas del genoma de la pinot noir ha abierto muchas nuevas pistas para responder a preguntas genéticas. A medida que se descubren nuevas secuencias en otras especies o variedades, pueden ser comparadas con las secuencias de la pinot noir o de otras especies, de manera que se pueden hacer conjeturas o aproximaciones para saber qué controlan aquellas secuencias. Asimismo conllevará avances para entender y mejorar los caracteres del fruto como el aroma y el gusto.
En muchas áreas vitícolas hay un interés por recuperar variedades que permitan elaborar vinos específicos de esa zona. ¿Qué opinión tiene al respecto? ¿Cree que los consumidores están cansados de las variedades globalizadas?
Me satisface el interés por las variedades y vinos locales o regionales. Pienso que es una lástima que la industria del vino esté dominada por un grupo reducido de variedades «internacionales».
En ocasiones, leemos que hay miles de variedades de vid. Según sus estudios, ¿qué número de viníferas cultivadas (Vitis vinifera) y variedades salvajes (Vitis vinifera ssp sylvestris) pueden existir para conocer la diversidad genética de esta especie?
Hay miles de formas cultivadas de vinífera (a pesar de que muchas de las que se creía que eran variedades diferentes son, de hecho, sinónimos de tipo clonal). Se conserva una diversidad de variedades muy rica y un creciente interés en utilizarlas. El tema de las poblaciones salvajes de sylvestris es muy interesante desde el momento en que muchas de ellas son formas ferales de tipos cultivados y descendientes de semillas. Hay poblaciones que se encuentran por toda Europa, África del Norte y Oriente Medio, pero todas están en peligro por el desarrollo agrícola, enfermedades y plagas.
¿Cómo se puede preservar la diversidad genética? ¿Cuántas variedades podrían haber desaparecido?
Las variedades requieren ser conservadas en colecciones en diversos lugares, tanto a escala regional como estatal. Su diversidad genética se está estudiando, pero también es necesario preservar y caracterizar sus cualidades vitícolas.
¿Cree que los estudios de secuenciación genómica son cruciales para establecer direcciones futuras respecto al estudio de resistencias a enfermedades en la viña? ¿Qué opina de los OGM para controlar enfermedades clásicas como el míldiu o el oídio?
Los avances en genética molecular han permitido el uso de cruzamientos moleculares basados en marcadores de DNA, asociados con características como la resistencia a plagas y enfermedades. Ello permite la selección de plantas a partir de semillas en una fase muy primeriza e identificar aquellas con los rasgos que más nos interesan, de forma que el tiempo, esfuerzo y espacio se pueden dedicar a las especies que queremos (esto acelera enormemente el progreso en los cruzamientos).
Estos marcadores se basan en estudios de mapas genéticos. El esfuerzo por elaborar mapas también es útil para identificar los genes responsables de tales rasgos (primero como una asociación estadística y luego como una localización física en el genoma). Una vez localizados los genes, pueden ser extraídos y utilizados en variedades de vid. Podemos controlar el míldiu con cruzamiento clásico asociado a una selección asistida por marcadores de DNA, de manera relativamente más rápida. La aceptación de esta nueva variedad híbrida dependerá de las demandas del público acerca de usar más fungicidas y/o de su restricción.
El estudio de los OGM va en otra dirección, pero es complicada porque existen complejas interacciones entre genes y su expresión, y por la difícil aceptación del público por viñas modificadas genéticamente.
En algunos países se detecta un descenso en el consumo de vino. ¿Piensa que podemos dar un valor añadido a vinos hechos con variedades locales? ¿Cómo pueden conseguir su mayor potencial?
Las variedades locales o tradicionales tienen un valor histórico y enológico. Hay que conservarlas, pero pueden o no tener un importante papel en la mejora de la viña. Se trata de temas más socioeconómicos que vitícolas o genéticos.
Su investigación se ha especializado en seleccionar cepas que requieren poco uso de pesticidas. ¿En cuántos años cree que podrán estar al alcance de los viticultores?
Nuestras obtenciones de nuevos patrones con una buena resistencia a nematodos (así como resistentes a la filoxera), ya están disponibles comercialmente. Hemos avanzado en selecciones resistentes a la enfermedad de Pierce, que son 94% vinífera y que ya podrían ser comercializadas, aunque estamos realizando trámites para comercializar sus descendientes de semillas con un 97% vinífera. Asimismo estamos trabajando en las selecciones de variedades resistentes al oídio, que serán cruzadas con selecciones resistentes a la enfermedad de Pierce. Espero que estas cepas puedan ser testadas comercialmente en unos cinco años, aunque los resultados dependerán también de la intensidad de la enfermedad y de la demanda del público.