Hace unos días me encontré con un amigo que me dijo rotundo: «¡Los enólogos no os comunicáis! ¡Tenéis que comunicar!». Así de entrada, me quedé un poco perplejo porque, dentro de nuestras posibilidades –y tengo la impresión que cada vez más–, los enólogos impartimos charlas explicando las bondades de nuestro producto y las vicisitudes en la elaboración de las cosechas según el año y los resultados. Por ello tengo la impresión que, cada vez más, insisto, nuestros clientes quieren escucharnos, a los enólogos, a los que realmente hacemos el vino. Tengo claro que esto se está haciendo. Y, además, contamos con el aumento de las visitas enoturísticas –que tan de moda se están poniendo, pues parece que será una de las herramientas clave para salir de esta crisis–. En muchas de esas visitas enoturísticas, y dependiendo del perfil de los clientes, también nos toca a los enólogos atender personalmente a aquellos visitantes que requieren un nivel más experto. Debo apuntar también que, desgraciadamente, nos estamos llenando la boca de enoturismo cuando todavía estamos lejos de conseguir lo que realmente significa el servicio al turista: es decir, cuando todos los fines de semana del año y durante el mes de agosto (por ejemplo) damos al público la posibilidad de visitar muchas bodegas y que esta oferta esté complementada con otras propuestas gastronómicas, culturales y de ocio, como ahora restaurantes, enotecas, tiendas o museos, a disposición de los turistas que nos visitan. En fin, en otra ocasión profundizaremos sobre el enoturismo en nuestro país.
Siguiendo ahora con la comunicación, me preguntaba, entonces, por qué este amigo inmerso en el mundo del vino profesionalmente desde la restauración, la sumillería y la gastronomía, me decía que nos faltaba comunicación. Y, curiosamente, esta preocupación también me llega desde otros colectivos sociales –que quizás creemos que les correspondería conocer mejor el mundo del vino,o al menos por su proximidad–, y resulta que no lo conocen tanto. Ciertamente, hay gente con ganas de conocer y muchas veces son gente cercana a nosotros.
Por todo ello felicito desde esta tribuna iniciativas como las del Festival de cine Most, en Vilafranca del Penedès, donde se está relacionando el cine, el vino y la gastronomía; la infinidad de catas y actividades que organiza la Academia Catavinos liderada por un incansable Joan Tarrada; y muchas otras actividades que se hacen en distintos sitios para acercar los clientes, amigos, apasionados y amantes del vino, a la cultura y al mundo de la enología.
Nosotros los enólogos debemos aprovechar cualquier momento que podamos para explicar a los que nos rodean qué vinos elaboramos, tanto los nuestros como los de los colegas. Pienso que es importante que los que nos escuchan –clientes, amigos, conocidos…– tengan cada vez más criterio para poder elegir un vino. Es importante, por lo tanto, aumentar el criterio de nuestros clientes y es imprescindible que ese abanico de crítica fundamentada vaya creciendo para aumentar el nivel de exigencia a la hora de pedir un vino y no solo dejarse aconsejar por factores variables, ya sean de reconocimiento (un vino premiado) o de marketing (el vino más vendido, el más económico, etc.).
Hace unos días, el periodista y comunicador Manuel Campo Vidal, en una ponencia sobre «La comunicación, asignatura pendiente de la empresa», afirmó que «son pocos los empresarios que mantienen un diálogo con el cliente final del producto o el servicio, lo que conlleva a una pérdida importante de posibilidades empresariales». Tomamos nota.