La innovación es el concepto de las mil definiciones. Aunque hay ciertos consensos* en sus atributos, como que innovar es una actitud.

El mundo del vino es sensible a la innovación y lo demuestra incansablemente. Proporcionando a un producto de naturaleza compleja, frágil e inestable, un aluvión de nuevos instrumentos, nuevas posibilidades en su elaboración. Porque el enólogo sigue siendo el factor humano clave en esa innovación.

Sirva el monográfico que estamos dedicando a la innovación en enología de breve aportación a las opciones de que dispone hoy el enólogo a la hora de innovar, para obtener el producto final con la calidad, diversidad y personalidad deseadas. Son una muestra. Pero hay, y habrá, muchas más.

El vino es, en su esencia actual, fruto de innumerables pequeñas innovaciones, muchas exitosas, algunas fallidas, que han permitido la enorme diversidad de perfiles que están a disposición del consumidor. Es el inconformismo innovador, un poderoso instrumento de la creatividad, el que ha convertido el vino en el paradigma sensorial indiscutible de todas las mesas, de todas las copas.

Seguir innovando se identifica con la actitud que conduce al progreso. Nada que ver con quienes defienden el minimalismo (enológico), sucumbiendo voluntariamente a la casualidad, anclándose al pasado. El futuro de la innovación es el vino de la imaginación.

 

Nota

* A propósito de la innovación, hay otros consensos y extensiones a explorar, como los ya expuestos en dos editoriales del 2009:
http://biblio.acenologia.com/actualidad/hablamos_de_innovacion_act1109.htm
https://www.acenologia.com/editorial102
Propiciados por la entonces recién estrenada crisis.