La palabra paisaje es un término ambiguo que mantiene su significado artístico con connotaciones armoniosas o bellas y que desde el siglo pasado se
complementa con un significado científico multidisciplinar. Sin duda, la evolución de la concepción actual del paisaje está muy relacionada con el interés despertado en los últimos decenios por el medio natural y su estudio integral.
El Consejo de Europa en la Convención Europea del Paisaje (CEP, 2001)1 se refiere al paisaje como «parte de un territorio tal como se percibe por la población y que resulta de la acción de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones». Los elementos de esta definición relacionan los que conforman el estudio del paisaje: el terreno (paisaje como composición de formas), la percepción (zona de visión o visibilidad) y la interpretación (el observador y su entorno).
El estudio del paisaje va unido al de la caracterización, evolución y transformación de las áreas naturales como consecuencia de procesos naturales o antrópicos y su consideración y valorización actual como un recurso natural están muy relacionadas con la progresiva importancia que se da a la gestión, aprovechamiento y conservación de los espacios naturales.
Los paisajes del viñedo
El estudio de los paisajes del viñedo solo es un caso particular de los de diferentes tipos de paisajes en los que la influencia antrópica está determinada por las peculiaridades del cultivo de la vid.
Los tres aspectos relacionados con los paisajes del viñedo que están actualmente en pleno desarrollo son su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad, el aprovechamiento enoturístico y la formación de expertos para asegurar su mantenimiento y desarrollo sostenible. Todo ello enlaza con la filosofía del paisaje que incluye la Convención Europea del Paisaje y que se refleja, en los estudios del paisaje del viñedo, en tres aspectos esenciales: 1) la protección para preservar los paisajes vitícolas más singulares; 2) la gestión del paisaje vitícola en un contexto de desarrollo sostenible, y 3) la ordenación del paisaje para organizar las actuaciones necesarias con previsión de nuevos desarrollos, transformaciones, conservación, etc. La importancia de estos aspectos ha hecho que en los últimos años varios de los estudios oficiales vuelvan la mirada hacia este recurso e introduzcan en sus planes de estudio materias cuyo eje central es el paisaje del viñedo. Uno de estos casos es la Universidad de Burgos que en su Máster Oficial en Cultura del Vino incluye la asignatura Paisajes del viñedo.
Este artículo realiza un breve recorrido por las peculiaridades de los paisajes vitícolas con sus elementos y dinámica propios que confluyen en su clasificación y con los componentes y las características del paisaje visual, excluyendo, por motivos de espacio, los distintos enfoques del análisis y del estudio del paisaje.
El paisaje vitícola y el territorio: dinámica y elementos
El paisaje es el territorio como realidad objetiva, aquí y ahora. Esta afirmación implica una consideración global e interrelacionada de todos los elementos visibles (fenosistema) o no visibles (criptosistema), tanto naturales como antrópicos, que constituyen el paisaje (paisaje integrado). Además, el paisaje es un elemento dinámico en continua evolución y transformación.
La dinámica del paisaje depende de las relaciones entre las sociedades y su ambiente y así se crean estructuras cambiantes en el espacio y en el tiempo (ecología del paisaje). La dinámica del paisaje vitícola está claramente vinculada a la acción antrópica y esta a las acciones de conservación de los sistemas tradicionales de cultivo o a las de transformación hacia una viticultura moderna adaptada a nuevas tecnologías.
Los elementos de origen natural del paisaje vitícola son de dos tipos: abióticos y bióticos. Entre los primeros destacan: el relieve (altitud, orientación y exposición, inclinación y longitud de la pendiente), la litología (tipo de roca, composición, …) y el suelo (clasificación, distribución, propiedades, …), y el agua (ríos, arroyos, lagos, y el estado físico). Entre los segundos destaca la vegetación (la viña y especies que acompañan) y la macro y, sobre todo, la microfauna que en ocasiones puede inducir a modificaciones importantes del paisaje.
Los elementos antrópicos están relacionados con la estructura socioeconómica de la región: demografía (poblaciones), infraestructuras (accesos, bodegas, depósitos, terrazas, …) usos y aprovechamientos del suelo (mono o policultivos, selvicultura, …) explotación de recursos naturales, bienes culturales, etc.
Todos estos elementos son tan determinantes en la viña que han originado el moderno concepto de terroir.
Por otra parte, debe considerarse que, finalmente, el paisaje es percibido por el observador, y por tanto deberán tenerse en cuenta como elementos del paisaje también los elementos subjetivos derivados de quien lo observa, las sensaciones que produce. En este sentido, no solo son importantes los aspectos visuales, formas, colores, si no también lo son los sonidos, los olores, el movimiento, etc. El paisaje del viñedo no es ajeno a estos factores, el olor y los sonidos del viñedo cambian con el ciclo vegetativo y con ellos el paisaje.
Clasificación del paisaje y ubicación del paisaje vitícola
Existen diferentes criterios para la clasificación de los paisajes como considerar la dominancia de sus elementos, por sus características espaciales o temporales y/o por su funcionalidad.
Para clasificar los paisajes por la dominancia de sus elementos primero, se selecciona la escala espacial para limitar la zona del paisaje, después, se determina el grupo dominante de elementos y los elementos indicadores y finalmente, y a partir de estos datos, se deduce el funcionamiento actual del paisaje. Tales elementos pueden ser antrópicos, naturales, abióticos, bióticos, socioeconómicos o de interfase. La mayoría de los paisajes vitícolas se incluyen en los paisajes de interfase en los que el carácter es predominantemente agrario con las peculiaridades específicas debidas al tipo de aprovechamiento, en este caso, la viña.
En el planeta, las unidades de paisaje se distribuyen espacialmente de forma heterogénea. Existen muchos ejemplos de diferenciación espacial o territorial donde la disposición regular de unidades se realiza en función de un determinado gradiente (zonalidad). Por ejemplo, la distribución de la radiación recibida por cada región del globo, junto con la de otras propiedades que determinan el clima, es la causa de la aparición de un gradiente latitudinal desde los polos al Ecuador y otro altimétrico que define unidades con diferentes características ecológicas y biológicas (por ejemplo, la temperatura y la humedad varían en relación inversa a la altitud). La distribución natural del viñedo, como la de otras muchas especies vegetales, se justifica con criterios de zonalidad: la latitud justifica su relación directa con las regiones de clima mediterráneo; la altitud, explica variaciones en la distribución local. Cuando concurren factores que modifican la regularidad la distribución espacial es azonal. La viticultura tropical es un caso concreto de azonalidad y en ella los modificadores locales son de origen antrópico, principalmente, manejo biológico y riego.
La edad de un paisaje se contabiliza a partir del momento desde el que comienza a funcionar como el geosistema que es en la actualidad. El tiempo de referencia puede ser el presente (el paisaje actual), el tiempo de formación del paisaje y el tiempo referido a los procesos dinámicos del paisaje (naturales y antrópicos). El paisaje necesita para su formación o transformación la introducción de energía de forma lenta y paulatina o de forma rápida o catastrófica. Esta energía puede tener un origen natural (cambio climático, movimientos tectónicos …) o antrópico (uso o aprovechamiento del suelo, construcción de infraestructuras, desecación de terreno, repoblaciones …).
La formación del paisaje pasa por varias fases. En la primera, se forman los elementos estructurales (abióticos) del paisaje y desde este momento comienzan a ser modificados por las entradas y salidas de energía en el paisaje y comienzan a aparecer los elementos bióticos. En la segunda, los componentes abióticos y bióticos alcanzan su máxima evolución, se llega a un equilibrio entre entradas y salidas de materia y energía y se constituye un paisaje estable.
La edad absoluta de un paisaje es muy difícil de calcular y cuando el cálculo se puede llevar a cabo es complejo. De todas formas, la escala no es geológica y los paisajes más viejos solo llegan a tener unos pocos millones de años. La mayoría de los vitícolas son paisajes jóvenes que pudieron ser creados por acciones antrópicas más o menos agresivas sobre un paisaje previo más estable.
El paisaje por su función o funcionalidad puede ser natural (la actividad antrópica es nula o actualmente residual y el paisaje ha recuperado su forma primitiva) o humanizado (como resultado de la acción del desarrollo de actividades humanas en un territorio concreto). El paisaje humanizado se subdivide en paisaje modificado y en paisaje ordenado urbano o rural que el hombre ha creado al desarrollar actividades forestales, agrícolas y/o ganaderas. Es el caso de la viticultura como actividad agrícola compleja.
El paisaje visual del viñedo
Las características y elementos visuales de un paisaje definen y determinan el paisaje visual.
Los elementos visuales básicos son el punto, la línea, el plano y el volumen. El punto es el lugar donde se concentra la visual, en el paisaje del viñedo
el punto puede ser una cepa; la línea está formada por la continuidad de puntos más o menos cercanos, es el camino real o imaginario que percibe el observador como la fila de una espaldera; el plano está formado por líneas que se extienden en varias direcciones como la superficie definida por el conjunto de la parte foliar de un viñedo; y el volumen como conjunto de planos en varias direcciones como los de un emparrado.
Las características visuales básicas de un paisaje son: el número y el tamaño de los objetos que lo forman; el intervalo de separación entre los objetos; la disposición, aleatoria, sistemática, agrupada, etc.; el color; la posición en el espacio (paisajes panorámicos, cerrados, focalizados); la configuración en el horizonte; la forma; la fuerza, complejidad y orientación de sus líneas (mayor fuerza en las nítidas, largas y continuas, mayor contraste con líneas en diferentes direcciones, dominan las verticales sobre las horizontales); la escala (los objetos grandes dominan sobre los pequeños); la textura definida por la agregación de formas y/o colores (ejemplos, texturas de grano grueso viñedos en vaso con grandes marcos de plantación; finas: espalderas densas).
Las características específicas de los paisajes vitícolas vienen definidas de forma preferente por el tamaño, la forma y la textura de sus objetos, muy diversos y de gran variabilidad en cada uno de sus estados fenológicos.
Un posible tratamiento y codificación del tamaño de los elementos específicos del paisaje vitícola en relación con el tamaño es el propuesto por Carbonneau2 en 2003 para describir el equilibrio geométrico entre el hombre y la vid que permite entender su percepción del paisaje vitícola. A partir de las medidas de un hombre de constitución media y de las de la plantación que se analiza, este autor conforma cuatro índices: el de dominancia relativa del hombre en relación a la viña, el de paisaje relativo a la posición de hombre en la viña, el de accesibilidad a los racimos y a la altura de poda y el de equilibrio global entre el hombre y la viña.
Uno de los descriptores de la forma es la geometría, y resulta vital definir la geometría que escribe al viñedo en sí y a la plantación (las espalderas, el
vaso, etc.). Por ejemplo, el vaso y la espaldera baja son arquitecturas tradicionales en las que el hombre aparece muy distante en relación con la viña, creando una impresión de dominación y problemas de accesibilidad en la poda y vendimia; la espaldera alta y de anchura media expresa un equilibrio evidente entre el hombre y la viña que se acentúa en las formas en lira; en las formaciones anchas y altas, tanto la espaldera como el cordón, causan la impresión de que es la viña la que aparece distante, tanto en anchura como en altura, del hombre, sin embargo la espaldera ofrece mejor accesibilidad.
Es importante destacar la dificultad de incluir en estos tipos el emparrado y que en iguales circunstancias la impresión del observador será distinta cuando cambia el momento fenológico de la viña y su perspectiva más o menos elevada.
Otro de los descriptores de la forma es la complejidad. La viña atrae por su arquitectura estival o invernal, cambiante con el ciclo vegetativo que también produce cambios de escala, del efecto zoom más o menos acentuado, etc.
La diversidad de arquitecturas de la viña en el mundo es notable. Carbonneau2 describe cincuenta formas o arquitecturas básicas, relacionadas con más de doscientos cincuenta sistemas de conducción que, relacionados a su vez con las condiciones medioambientales de cada región, configuran los paisajes vitícolas de las mismas.
El conjunto de la posición espacial de las viñas y de las texturas del viñedo tiene una fuerte incidencia en el grafismo de los paisajes vitícolas que pueden agruparse en cuatro formas principales:
Terrazas vitícolas: Paisajes definidos por zonas de monocultivo estando los viñedos situados especialmente en cuestas y laderas. Las filas de la plantación son paralelas a las curvas de nivel y varían desde el primer al tercer plano; la alternancia de colores y de texturas del talud y/o las filas destacan la horizontalidad y aportan una nota de diversidad en el ritmo.
Ola de viña: Paisajes definidos por zonas de monocultivo en grandes viñedos, estando estos situados especialmente en cuestas y laderas con la plantación en el sentido de la pendiente. Domina/n con fuerza la línea/s paralelas entre sí marcando la ola de vegetación.
Marquetería de viña: Paisajes definidos por zonas de monocultivo estando los viñedos situados especialmente en ligeras y laderas y siendo viñedos no muy grandes. Además cada parcela de viñedo está plantada en una orientación distinta que se yuxtaponen. La oposición de direcciones diferentes genera una sensación de movimiento muy dinámico, ya que la mirada rebota, según las líneas con dificultad de posarse en un punto determinado.
Mar de viña: Paisajes definidos por zonas de monocultivo en grandes viñedos, estando éstos situados especialmente en cuestas y llanos. El viñedo se extiende del primer al segundo y el tercer plano y comprime el campo de visión. Según la posición de observador se observa la orientación perpendicular o frontal de las líneas lo que puede modificar el dinamismo de la percepción. La dimensión horizontal se reduce a la masa y la viña aparece como una textura vegetal muy densa a veces sin línea horizontal aparente.
Viña en sello de correos: Paisajes definidos por zonas de policultivo, situados en cuestas y laderas y con las parcelas de cultivo no demasiado grandes. Las parcelas de viñedo se mezclan con otros cultivos dando lugar a contrastes de texturas, colores, orientaciones, etc. lo que confiere gran dinamismo a la observación del paisaje.
Bibliografía
1. El texto íntegro de la Convención Europea del Paisaje está accesible en: http://www.magrama.gob.es/
2. Carbonneau A. Architecture de la vigne et paysage . En: <i> Paysages de vignes et de vins: patrimonie, enjeux, valorisation </i> . Coloquio Internacional. Abadía Real de Fontevraud, 2-4 julio 2003: 203-8.